Foto Rubén Bolívar

No es exagerado. En un país donde se propicia la desinformación mediante sistemáticos ataques a la libertad de expresión, que las redes sociales se llenen de noticias falsas o falseadas no es descabellado. En Venezuela eso ocurre, pues a diario circulan 2.6 informaciones falsas, tendenciosas o manipuladas. Son los famosos bulos que combate el Observatorio Venezolano de Fake News.

Mariela Torrealba sabe de qué habla. La profesora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela y también directora académica en la ONG Medianálisis, es además parte del equipo del observatorio, que se encarga de verificar la información que se transmite en redes.

La misión está clara: «Nos hemos propuesto alertar a la ciudadanía: Buscamos, captamos detectamos bulos que circulan en el país y los desmentimos en nuestras plataformas. Para ello trabajamos periodismo en reversa: Hacemos la verificación del producto, mediante estrategias periodísticas como fuentes autorizadas, contraste de fuentes, verificación in situ. También incorporamos herramientas digitales disponibles en internet y en la página del observatorio para verificar imágenes y texto».

Unos 2.6 bulos circulan a diario en Venezuela

En el observatorio, ocho periodistas hacen seguimiento a estos casos. Ellos han llegado a detectar hasta 2.6 bulos diarios, el 60% de ellos nacionales, algunos regionalizados. En Táchira, por ejemplo, se crean informaciones falsas sobre paramilitares y violencia, en Bolívar giran en torno a las minas, la violencia o la gasolina, y así en distintos estados. «Son 2.6 al día que circulan en distintas redes y en distintas categorías. En la página del observatorio se pueden ver los desmentidos».

La especialista detalló que una característica de los bulos es la descontextualización. «Te mandan una información y cuando la verificas te das cuenta de que fue en Yakarta, por ejemplo, en el año 1960.

Un bulo que Torrealba recuerda es una imagen de Evo Morales y Pablo Escobar, la cual se determinó que era falsa a través del uso de herramientas digitales, que permitieron detectar el montaje. Por lo demás, la edad de Evo Morales cuando Escobar estaba vivo no debía ser la que aparentaba en la foto, que era de actualidad.

Según Torrealba, detrás de las fake news hay varios intereses: Políticos, para desinformar  o desviar la atención; económicos que surgen a través de la industria del «clickbait» o  anzuelos digitales, que son contenidos en Internet que buscan generar ingresos publicitarios partiendo de los clicks en una noticia.

También hay una industria delictiva. que invita a ganarse un carro,una nevera u otros beneficios a cambio de que suministre sus datos. Esto persigue el robo de identidad y el acceso a información sensible del usuario.

Frente a esta situación lo pertinente es la alfabetización mediática que propone la Unesco. «La colectividad necesita formación para aprender a ser emisores responsables y receptores con criterio. El observatorio hace foros que en principio eran para periodistas, pero que se están abriendo a otros sectores por la importancia de que la sociedad organizada pueda contrarrestar esa desinformación».

En la página del observatorio hay distintos análisis, textos en profundidad que pueden ayudar a la ciudadanía. Por ejemplo, el último está el referido a la viralización de la fiesta del tepuy, cómo se distribuyó esa información, cómo circuló, entre qué grupos, entre qué nodos».

Torrealba detalló los tipos de fake con los que la ciudadanía puede toparse. Están los que se difunden por error, por falta de curación periodística, y ocurren cuando un periodista no verifica la información o confunde lo que ve.También están los engañosos, que son informaciones confusas en espacio, tiempo y circunstancia

Los bulos apuntan a tus deseos más profundos, a tus emociones, a tus miedos, o a lo que anhelas, explica la docente. «Las personas mayores son especialmente susceptibles a creerlos. Ellos pasaron de un mundo en el que leían los periódicos y veían el noticiero, al mundo del whatsapp y las redes, pero lo hicieron sin ningún tipo de formación».

La especialista reiteró que la desinformación no es gratuita, ella representa beneficios para alguien. «Detrás de los bulos hay una industria importante que busca desesperanzar, atemorizar, desinformar, que la gente ponga el foco en otras cosas».

Entre los emisores de las fake news, que tienen whatsapp como la red prioritaria, hay 10 o 14% de usurpación de identidad bien sea por logo, por nombres, por cambio de cuentas o edición de audios. Tenemos entre 6 y 10% de emisores creados y un 6% a10% de llamamos inautentificables, pues no se pudo demostrar que eran creados. Los emisores de las fake news son fundamentalmente reales, pero hay mucha usuarpación.

El periodismo está apuntando a formar a la gente. Hay portales que buscan desmentir noticias falsas, que aclaran que una información no es veraz  y las razones, celebró Torrealba.

La periodista recordó que entre marzo y octubre 2021 los bulos estaban más que todo referidos a la COVID-19. De diciembre para acá se han incrementado los bulos de niños secuestrados, abusados o con extracción de órganos, también las teorías de conspiración.

Asedio a los medios y bulos

Todo lo anterior deriva de un ecosistema de medios poco saludable. Mariela Torrealba reconoce que el problema es mundial, pero cuando tienes información plural, diversa, accesible, con referentes informativos nacionales, regionales y locales, el bulo pierde peso.

En el caso venezolano, el peso de las fake es mucho mayor debido al asedio a los medios de comunicación y problemas derivados de las  fallas de conectividad, entre otros. «Aquí el lector está obligado a escarbar en distintos medios e incluso busca información hasta en whatsapp, que no es más que una mensajería de texto, y es alarmante que la gente la considere un medio de comunicación«.

Torrealba insiste en que es necesario que las personas aprendan que los mensajes de este tipo tienen intereses. Para combatirlos, lo primero es dudar, verificar, buscar la información en otra parte. Es un proceso que para el periodista es normal, pero para el ciudadano no y este no siempre es capaz de entender que todo mensaje tiene un emisor, que puede no existir, puede ser un emisor interesado.




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