Jesús Humildad y Paciencia

Así como  hace dos días celebramos  el Domingo de Ramos, para conmemorar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y ayer recordamos a Jesús atado en la columna, hoy  Martes Santo la iglesia católica recuerda a nuestro señor coronado de espinas, flagelado y solo. Este  día es dedicado a honrar al Cristo de la Humildad y la Paciencia.

Ante las adversidades diarias, la devoción al Cristo de la Humildad y Paciencia nos invita a la mansedumbre y la perseverancia en la fe y la oración constante, a no desesperar ni  maldecir.

También nos invita al compromiso y  el trabajo por los más necesitados y por quienes padecen injusticia.

El papa Francisco menciona con frecuencia a los excluidos, a los que son víctimas de violencia en cualquiera de sus formas y a los que son víctimas de la injusta privación de su libertad, un derecho humano fundamental. Hoy el Cristo de la Humildad y Paciencia  vive y palpita en el corazón de esas víctimas.

La iglesia sugiere que dediquemos el día de hoy a orar intensamente por tantas necesidades de justicia, que evidenciamos a nuestro alrededor y que estos ruegos se conviertan en sostenido ruego y en trabajo constante porque Jesús, quien vive hoy en cada persona  calumniada, humillada y privada de libertad, retorne pronto a la vida digna, sana y justa que le corresponde.

Los sacerdotes recomiendan a quienes realmente tienen a Dios en su corazón y en todo momento buscan vivir alejados del pecado, que deben caracterizarse por ser humildes y tener paciencia. Dos atributos que a Jesucristo lo destacaron en su  pasión, muerte y resurrección.

La misión de Jesús al venir a la tierra, fue  salvarnos de nuestros pecados. Él estuvo dispuesto a sufrir y a sacrificarse a sí mismo para pagar el precio de nuestros errores a fin de que pudiéramos arrepentirnos y ser perdonados.

La imagen de Jesús que este martes recordamos, es la del hijo del hombre sentado, pensativo, tal vez meditando humilde y paciente, esperando la llegada de su muerte por amor a la humanidad.

 

ORACIÓN

Señor Jesús de la Humildad y de la Paciencia,

has expiado con tu dolorosa Pasión mis graves ofensas,

y has satisfecho a la justicia divina mi culpa.

Por mí sufriste,

por mí eres un rey de burlas.

Al contemplarte así,

me duele la humillación que padeciste;

por eso te ofrezco mi vida para desagraviarte,

y junto a mi gratitud hago la promesa de no olvidarte.

Bendito Cristo de la Humildad y la Paciencia,

tu amarga Pasión sea mi consuelo.

 




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