Son conocidas las sociedades que se fundamentan en el oposicionismo: En ese estilo dominante de sociedad, es costumbre perseguir, detectar, señalar y criticar lo que esté mal, sin antes comprender por qué lo está, ni proponer cómo podría estar mejor… Al contrario, imaginemos un mundo con predominio de las energías positivas y el optimismo. Un mundo movilizado por la necesidad primaria de crecimiento racional y desarrollo sustentable. Un mundo que viva de ¡transformación tras transformación, en procesos vigilados! Un mundo de gente emprendedora, proactiva, con clara visión de objetivos y metas. ¡Gente que no espera órdenes para activar sus cerebros, e iniciar más avances, más progreso humano, social, económico, científico y tecnológico!
coexistimos con sociedades en las que se piensa en negativo, y lo cotidiano es señalar fallas y defectos
En paralelo, coexistimos con sociedades en las que se piensa en negativo, y lo cotidiano es señalar fallas y defectos. Mundos de chismes, de queja y quejosos, donde lo noticioso es el odio, la separación y el fracaso; donde se vende el chisme y se promociona la queja, donde se premia al quejoso: ¡Todo un estilo “irracional” de producción! A duras penas, en esos sistemas pueden sobrevivir símbolos humanistas y optimistas que propicien la unión y la acción. Pero, ante la evidencia de escasos valores y logros positivos, la presión –acostumbrada– de las quejas y quejosos, busca acallarlo todo con la tradicional salida cuestionadora de los criterios: “Si,…pero”. Una práctica eficiente de la duda burlona, que anula los más optimistas logros, y borra –de plano– la creación oportuna…
Como explican los psicólogos, todos hemos conversado con esas personas que se quejan de todo, todo el tiempo; hasta el punto de quejarse con más fuerza de las personas quejosas, cuando éstas dejan de quejarse. Los quejosos a “tiempo completo” se quejan de sus propias quejas. Se quejan de sus relaciones, de su trabajo, de su familia, de cómo les trata la vida, se quejan de quienes han dejado de quejarse sin haber razonado ese cambio, o sin que nos hayan preparado para ir contra sus quejas. El quejoso hace de la queja un elemento que define su identidad débil y sumisa. Necesita compartir su negatividad, y cargársela a otras personas, para conseguir complicidad y buscar apoyo. Piensan que con quejarse obtienen la atención “lamentosa” que les ayude a lograr beneficios; pero a un alto costo, el del desprecio social y la baja autoestima…
Un mensaje oportuno es el que nos viene de los animales domésticos. Siempre se ha dicho que los animales no mienten ni critican. Aun en días difíciles los animales se manejan aun mejor que los humanos. Pero, el componente quejoso puede contaminar a los animales domésticos, en particular los perros. Hay razones en el comentario sobre el parecido que se desarrolla entre el perro y su cuidador. Finalmente, recordemos que hace falta mucho optimismo para mover a un mundo que parece pegado en el pantano…