Desde temprano en la mañana, los expendedores del Mercado Municipal de Naguanagua trabajaron con normalidad, pese al decreto emitido por el alcalde de Naguanagua, Gerardo Gutiérrez, que anunciaba la suspensión de actividades en el establecimiento para minimizar los riesgos de contagio del coronavirus.

Se conoció que la mayoría de los comerciantes no se enteró del decreto hasta esta mañana. Cuando llegaron al mercado, tras haber comprado su mercancía,  los vendores operativos, que se ubican en el estacionamiento del mercado, pidieron que los dejaran laborar para no tener pérdidas económicas.

Así se hizo, por lo que la mayoría de locales y vendedores operativos, o informales, trabajaron con normalidad.

El alcalde también se rectificó. Este sábado circuló un decreto especial según el cual se permite trabajar a los vendedores del mercado municipal, pero se les exige acatar las normas de prevención, como el uso de tapabocas y guantes para la venta de alimentos.

 

En los restaurantes que funcionan en el mercado se exigió el retiro de las mesas y sus respectivas sillas. La idea es que las personas compren la comida para llevar y que no se sienten a comer allí para evitar aglomeracines.

Una comisión de la Zona de Defensa Integral (Zodi) llegó al sitio. En principio se creyó que iban a cerrar el mercado, pero en su lugar exigieron a los expendedores de alimentos el uso de tapabocas y guantes, indispensables para minimizar los riesgos de contagio.

Aunque uno de los  militares aseguró que ellos no llegaron a cerrar puestos, sino a exigir el cumplimiento de la norma.  Todos los expendedores de alimentos deben tener, por lo menos, tapabocas y guantes. «Si no la cumplen, evidentemente tendrán que cerrar. Estamos en una situación de emergencia y es indispensable que la ciudadanía colabore, porque todos somos corresponsables de la salud de la colectividad».

Pesos adulterados, el problema de siempre

No por reiterativo el problema ha sido corregido. Algunos expendedores, de los que llaman operativos, vale decir que pertenecen a la economía informal, estafan a los compradores con los pesos adulterados.

Este fue el caso de una señora que compró seis kilos de verduras surtidas. El peso en el puesto, ubicado al final cerca del portón de salida que da a la calle del ambulatorio, marcaba cero, por lo que se creyó que no estaba adulterado. Cuando marcó los 6 kilos la compradora creyó que era lo correcto. Sin embargo, al ser pesada la mercancía en otros dos puestos, totalizó 3 kilos 570 gramos, es decir, 2 kilos 430 gramos menos de lo que la mujer había pagado.

La mercancía fue completada cuando la compradora reclamó, pero muchas personas no se dan cuenta del robo hasta que llegan a sus casas y ya retornar es complicado.

Esta denuncia sobre los pesos adulterados en el mercado no es nueva, pero sí repetitiva. Se desconoce la razón por la que no se corrige, pese a que las autoridades la conocen en profundidad.




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