Mercedes Sosa: El eco de lo infinito

Era de raíces indígenas y europeas, y desde niña sintió el llamado de lo ancestral.

Hay voces que, como antiguas resonancias, atraviesan el tiempo y el espacio, creando así una huella en lo eterno. Mercedes Sosa, con la fuerza de su canto, fue más que una artista: fue una mujer que llevó consigo el viento del norte argentino, los ecos de su tierra, los anhelos y dolores de los pueblos olvidados. Como si fuese la intérprete de una música secreta, escondida en los pliegues de la historia, Mercedes se convirtió en una metáfora de lo inmutable, en el eco persistente que no desaparece, sino que se transforma.

Mercedes Sosa nació el 9 de julio de 1935 en San Miguel de Tucumán, Argentina, en el seno de una familia humilde. Desde temprana edad, mostró inclinaciones artísticas, comenzando a cantar en festivales folclóricos locales. Su verdadera oportunidad llegó cuando ganó un concurso de canto a los 15 años, lo que marcó el inicio de su carrera profesional. Apodada La Voz de América Latina, Sosa fue una de las exponentes más destacadas del movimiento Nuevo Cancionero, que fusionaba la música tradicional con mensajes de cambio social, derechos humanos y justicia.

Era de raíces indígenas y europeas, y desde niña sintió el llamado de lo ancestral. Sus primeros pasos fueron hacia el canto, aunque también soñó con ser bailarina. Se dice que, en los albores de su vida artística, Mercedes ya intuía que su voz no era suya, sino de todos. Su canto tenía el peso de siglos, y con él, se abrieron las puertas de un universo musical donde lo personal y lo colectivo se entrelazaban. Como un Borges de la música, ella exploraba los laberintos del alma humana, llevando consigo un mapa que contenía la historia de su pueblo.

Con el correr de los años, su nombre trascendió las fronteras. No era solo la gran voz del folklore argentino, era también la voz de Latinoamérica. En cada Alfonsina y el Mar, en cada Gracias a la Vida, Mercedes entregaba no solo notas, sino relatos. Relatos que hablaban de la vida en los campos, de las mujeres que miran el horizonte esperando a sus hijos, de la lucha por la justicia. Cantaba para los que no tenían voz, pero también para aquellos que, en silencio, resistían el paso del tiempo.

Y es en este viaje por el continente donde encontramos un capítulo olvidado: su paso por Venezuela. Poco se habla de la influencia que ejerció sobre esta tierra, pero en los rincones de los barrios populares, su voz era un susurro constante. Fue en su exilio, durante los oscuros años de la dictadura militar en Argentina, que Mercedes encontró en Venezuela una especie de refugio, un lugar donde su música resonaba como un eco familiar. Aquí, se encontró con figuras como Alí Primera y Simón Díaz, artistas que, como ella, cantaban no solo con melodías, sino con verdades.

Hay quienes dicen que, en los festivales y peñas de Caracas, las canciones de Mercedes eran casi himnos. No era una extraña en tierra ajena, era una hermana que volvía a casa. Y en ese diálogo entre el joropo venezolano y el folklore argentino, nacía una nueva música, tejida por las manos de aquellos que, en su contexto, luchaban por la justicia y la dignidad. Muchos de ellos hoy callan.

Como en una de las paradojas de Borges, la voz de Mercedes Sosa fue, a la vez, una y múltiple. Su canto tenía la singularidad de lo irrepetible, pero también la universalidad de lo eterno. En Venezuela, dejó una marca sutil pero profunda, como una melodía que, aunque no la escuches, siempre está presente, esperándote en algún rincón del tiempo.

A lo largo de su carrera, Mercedes Sosa colaboró con artistas de renombre como Víctor Jara, Charly García y Joan Manuel Serrat, enriqueciendo su repertorio con canciones que iban más allá de las fronteras argentinas. Exiliada durante la dictadura militar argentina en los años 70, vivió en París y Madrid, desde donde continuó siendo una voz poderosa representante del continente americano. A pesar de las dificultades, su regreso a Argentina fue triunfal, y se consagró como una de las figuras más importantes de la música latinoamericana, con un legado que sigue influyendo en nuevas generaciones de artistas.

Se nos fue el 4 de octubre de 2009. Hoy, su legado perdura. Y desgraciadamente su lamento continúa vigente, en una visión poliédrica. Su canto sigue siendo ese eco inextinguible que resuena en las calles de Buenos Aires, de Caracas, de Valencia y de toda Latinoamérica. Mercedes, como en los mejores relatos borgianos, es parte de un universo infinito, uno donde el canto nunca termina y las palabras, aunque a veces se callen, siempre encuentran su camino hacia el corazón.

Una vez, sentados en una popular heladería de El Viñedo, le pregunté a Otilio Galíndez que, según su opinión, quién interpretaba mejor sus canciones y sin dudarlo, y traspasando los afectos connacionales, mencionó: Mercedes Sosa.

Un poquito de Mercedes:  https://www.youtube.com/watch?v=u_MQiSd59pk

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Mercedes Sosa: El eco de lo infinito

Juan Pablo Correa

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