El Gobierno mexicano, liderado por el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, se desmarcó de la mayoría de países americanos y apostó por una posición neutral ante la crisis que atraviesa Venezuela, pidiendo una solución política al conflicto y a la espera de nuevos acontecimientos.

Tuvieron que pasar varias horas desde que el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó, se proclamara este miércoles presidente legítimo del país para que México emitiera una postura oficial sobre la situación.

A diferencia de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, Argentina y Chile, entre otros, México rechazó desconocer la Presidencia de Nicolás Maduro.

Pero, a su vez, la Cancillería mexicana añadió que comparte con Uruguay «el exhorto al diálogo entre las partes» y, al igual que España y Portugal, «hacemos votos por una salida política a la situación en Venezuela».

Esta postura de la segunda economía latinoamericana por detrás de Brasil no debería sorprender, dado que López Obrador, quien asumió la Presidencia el pasado 1 de diciembre, ha reiterado en varias ocasiones que no intervendrá en asuntos de otros países.

El mandatario se apoya en la Constitución mexicana, que defiende los principios de «la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias y la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales».

«Es un regreso a la política histórica de México», explicó este jueves a Efe el analista político Salvador García Soto, quien recordó que el país latinoamericano aplicó una exitosa política de no intervención durante la Guerra Fría.

Sin embargo, analistas coinciden en que esta postura, conocida como doctrina Estrada y que López Obrador aplica por «convicción», fue diseñada para un contexto histórico concreto y ya no tiene por qué funcionar.

Por ello, García Soto consideró que el «apoyo tenue» de México a Maduro y la petición de una mediación política son una «posición coyuntural» para ganar tiempo a la espera de ver cómo se desarrolla la situación venezolana.

«Si aumenta la escalada, esta posición será inasumible. Si Maduro responde con violencia, México se replanteará su postura y alegará violaciones a los derechos humanos para tomar partido», señaló el experto internacionalista.

También hay que tener en cuenta que, sin compartir el autoritarismo de Maduro, López Obrador mantiene cierta afinidad ideológica con el Gobierno venezolano, mientras que difícilmente se pueda alinear de pleno con Donald Trump o Jair Bolsonaro.

«El Gobierno de López Obrador se asume como gobierno de izquierdas y tiene los mismos referentes históricos que Venezuela o Cuba», apuntó a Efe el coordinador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Autónoma de México, Khemvirg Puente.

Además, el politólogo opinó que la proclamación de Guaidó y su fugaz reconocimiento internacional «no fue espontáneo», sino que fue una estrategia orquestada por un grupo de países del que México no formó parte.

«Ante esto, me parece sensato que México no tuviera una posición apresurada en virtud de que quiere convertirse en un espacio de diálogo», expresó el experto.

A la vez, si México aspira a tener un liderazgo moral ante la izquierda latinoamericana, que se encuentra en regresión, no puede mantener un apoyo incondicional al gobierno de Maduro, y le conviene tejer una postura conjunta con Uruguay, una «democracia consolidada» con un gobierno izquierdista al frente.

A nivel interno, poco le afectará electoralmente a López Obrador su postura ante esta crisis puesto que, según opinó Puente, «la sociedad mexicana no está muy interesada en lo que sucede en Venezuela».

Tan solo el conservador Partido Acción Nacional (PAN), que intentó boicotear la presencia de Maduro en la investidura de López Obrador, ha intentado rentabilizar electoralmente la crisis venezolana. Está por ver qué dicen los sondeos en los próximos días.




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