(Foto AFP)

Luchar contra la corrupción, relanzar la economía y abrir Ecuador al mundo fueron en este 2018 los principales objetivos del presidente, Lenín Moreno, que intentó desmontar el engranaje de poder de su antecesor Rafael Correa, hoy prófugo de la justicia.

El año arrancó con la última visita al país del expresidente, para hacer campaña contra la consulta popular impulsada por Moreno, celebrada el 4 de febrero y que recibió un apoyo mayoritario.

El plebiscito, que incluyó preguntas relacionadas con lucha contra la corrupción y la reelección indefinida, medioambiente o la imprescriptibilidad de los crímenes sexuales a menores, sirvió de espaldarazo al gobernante.

«Fue importante porque afianzó a Moreno en el Gobierno ya que atacaba la figura del expresidente Correa», explicó a Efe Santiago Basabe, profesor de Política Comparada en la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), al aludir a que la reelección indefinida quedó proscrita en la nación andina.

Desde entonces, Moreno ha tratado de desarmar el andamiaje correísta y sacar a sus «topos» de la instituciones de Gobierno, adoptando una serie de medidas radicalmente distantes de la manera de hacer política de su antecesor.

Con todo, en los últimos meses ha rebajado el tono crítico respecto a Correa en coincidencia con el proceso de indagación penal contra el exgobernante y su reciente llamamiento a juicio por el caso de secuestro a un político opositor ecuatoriano en Colombia en 2012, que lo mantiene prófugo de la justicia en Bélgica.

Otro de los eventos que marcaron la primera mitad del año fue la inseguridad en la zona fronteriza con Colombia a raíz de atentados y conatos de sabotaje llevados a cabo por el narcoterrorismo personificado en una disidencia de las FARC.

Al grupo armado se le atribuyó la muerte de cuatro soldados ecuatorianos y cinco civiles, entre estos tres miembros de un equipo periodístico secuestrado cuando realizaba una cobertura en la frontera.

Su asesinato en cautiverio, así como el de una pareja ecuatoriana, conmocionó al país y evidenció lo que durante años se sabía: falta de presencia del Estado en la zona fronteriza, escasa o nula preparación en materia de seguridad para combatir estos grupos, y la connivencia de las autoridades.

Fue una de las primeras crisis que azotaron al Ejecutivo de Moreno por la denuncia de familiares y sociedad civil sobre el mal manejo y falta de información de los secuestros, que acabaron por precipitar las renuncias o ceses encubiertos de los ministros de Defensa e Interior.

«El tema de la inseguridad sirvió para dar un giro en la política de seguridad y defensa», analizó Basabe, que recordó asimismo el abandono del cargo en junio de la canciller María Fernanda Espinosa, hoy presidenta de la Asamblea General de la ONU, e identificada con la vieja guardia correísta.

Moreno situó como nuevo responsable de Exteriores a José Valencia, lo que condujo a un distanciamiento del eje bolivariano en paralelo a las críticas sobre la situación humanitaria en Venezuela, producto de un «socialismo corrupto, asesino y mentiroso del siglo XXI», en palabras del Gobierno ecuatoriano.

La masiva migración de ese país llevó a Quito a liderar dos encuentros regionales sobre un fenómeno que ha llevado a 220.000 venezolanos a radicarse en Ecuador, según la ONU.

Otro giro de timón se produjo en la cartera de Finanzas, donde Moreno nombró a un antiguo miembro de la patronal como titular, Richard Martínez, tercer ministro del ramo en un año, con el objetivo de buscar nuevas alianzas en lo económico y político.

«Lo más destacable del presidente es el cambio y ruptura con el modelo anterior», destaca el doctor en Ciencias Económicas y rector de la Universidad Ecotec de Guayaquil, Fidel Márquez.

Y es que tras un primer año de «sincerar» las cifras de la deuda y de tímidas propuestas para recuperar la maltrecha economía ecuatoriana, Moreno adoptó un plan de reajuste presupuestario, acompañado por fusiones ministeriales, el fin de subvenciones – como a la gasolina súper – y la austeridad como política de Estado.

Márquez vaticina que el crecimiento económico no superará el 1,5%, con niveles inflacionarios muy bajos, un subempleo del 50% y un riesgo país que en noviembre superó los 700 puntos, pero destaca los intentos de atraer la inversión e impulsar el comercio exterior.

Todos estos cambios y altibajos hacen que en el plano político la figura de Moreno acuse el desgaste propio del segundo año de mandato tras haber dejado atrás la euforia electoral y, de paso, a su antecesor y viejo correligionario Rafael Correa. EFE

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