En la década de los ochenta, muchos de nosotros reafirmamos nuestro amor incondicional a la música al ver la espectacular película Amadeus, de Miloš Forman. Ganadora de ocho premios Oscar e innumerables galardones, está basada en una novela homónima de Peter Shaffer, y forma parte de las cien más exitosas películas del siglo XX.
Erróneamente se cree que tanto la película y la novela, están basadas en la vida del compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart, pero no. En realidad, describen una supuesta rivalidad del famoso compositor austríaco con otro compositor contemporáneo italiano: Antonio Salieri. Para ser más preciso, y en el fiel estilo del “flashback narration”, presenta el dilema de Salieri, excelente músico, trabajador, estudioso, pero opacado ante el fantástico pero extravagante talento de Amadeus.
Pero esta teoría de la supuesta pugna no es nueva ni totalmente cierta. La supuesta enemistad entre Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio Salieri es uno de los relatos más fascinantes y discutidos en la historia de la música clásica. El mito se popularizó en 1830 con el poeta ruso Alexander Pushkin, quien en su obra “Mozart y Salieri” sugirió que el compositor italiano, por envidia, había envenenado a Mozart. Rimsky Korsakov, en 1897, compuso la ópera “Mozart y Salieri”, basada en dicho texto ruso. Sin embargo, los historiadores coinciden en que gran parte de este relato es un mito, con pocos fundamentos históricos.
Así que, aunque Mozart y Salieri fueron contemporáneos y competidores en la corte imperial de Viena, no hay evidencia clara de que se odiaran. De hecho, registros históricos muestran que Salieri apreció la obra de Mozart y hasta enseñó a su hijo, Franz Xaver, de quien hablé hace algunas semanas, por cierto. Además, Salieri fue un compositor muy respetado y admirado en Viena, especialmente en el ámbito de la ópera, donde su estilo y técnica destacaban. Por su parte, Mozart buscaba innovar, al crear obras que mezclaban el drama y la emoción de una manera más disruptiva. Sus diferencias musicales los colocaban en caminos distintos, aunque si se quiere, complementarios, en la rica escena musical europea de la época.
Este mito de la rivalidad también tiene su paralelo en el continente iberoamericano, donde se conocen casos de músicos y artistas que, ya sea por diferencias estilísticas, competitividad o por pura creación de narrativas populares, fueron representados como rivales. En México, por ejemplo, figuras como Agustín Lara y José Alfredo Jiménez fueron a menudo presentados como competidores, aunque ambos expresaron mutuo respeto en vida. En realidad, la supuesta enemistad entre ambos fue más un reflejo de las preferencias del público y la industria de la música que de una verdadera discordia.
En Venezuela, hay quienes hablan de una supuesta rivalidad entre los cantantes Alí Primera y Simón Díaz. Aunque ambos se dedicaron a representar la cultura y la música popular venezolana, lo hicieron desde estilos y enfoques distintos: mientras Primera apostaba por letras con contenido social y político, Díaz se inclinaba hacia la poesía costumbrista y el folklore. Sin embargo, no existe evidencia de una verdadera enemistad, y esta narrativa parece haberse creado por la oposición entre sus estilos y el imaginario popular. Igual caso con el maestro Juan Vicente Torrealba e Ignacio “El Indio” Figueredo.
Hace muchos años, Yago Benítez, uno de mis mejores amigos y yo, discutíamos acaloradamente sobre quién era mejor: Si Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina. Yo, totalmente Serratiano, llegué al punto de detestar a Sabina, a raíz de mi eterna riña con mi amigo Yago. Mientras nosotros peleábamos defendiendo cada uno a nuestros cantautores favoritos, ellos, a su altura, han sido por siempre amigos. Hicieron mucha producción en conjunto, sobresaliendo el disco “Dos pájaros de un tiro” (2007), cuyo éxito dio lugar a una extensa gira de conciertos. En 2012 lanzaron un segundo álbum conjunto, "La Orquesta del Titanic", una colección de canciones inéditas escritas por ambos, caracterizada por su mezcla de ironía y reflexiones sobre temas actuales. Esta colaboración no solo es un hito en la carrera de ambos, sino también un reflejo de su mutua admiración y habilidad para combinar sus estilos.
La narrativa de rivalidades en la música tiene un componente psicológico que atrae al público: ese peligroso morbo que mueve masas. Estas historias crean una dualidad que permite a los oyentes identificarse con un estilo o artista en particular, profundizando su conexión emocional con la música. En el caso de Mozart y Salieri, el conflicto ficticio entre ambos representaba una lucha entre lo conservador y lo innovador, el clasicismo conservado frente al genio insurgente. Este mismo tipo de oposición puede encontrarse en las historias de artistas iberoamericanos, donde las “rivalidades” suelen reflejar divisiones culturales, políticas o estilísticas de la sociedad.
En conclusión, la historia de la enemistad entre Mozart y Salieri es un reflejo de cómo la narrativa y la percepción pública pueden distorsionar la realidad, creando mitos que persisten a lo largo del tiempo. Reitero: en Iberoamérica, casos similares muestran cómo las historias de rivalidades entre músicos y artistas ayudan a construir la identidad cultural del público, resaltando valores y divisiones sociales. Si bien algunas de estas rivalidades tienen base en diferencias reales, en muchos casos no son más que construcciones populares que permiten que la música continúe siendo un reflejo de las pasiones humanas.
El legado de estas rivalidades, ya sean reales o ficticias, nos recuerda que la música es un espacio de contrastes y de encuentros, donde lo imaginario y lo real se entremezclan para enriquecer nuestra percepción del arte y de sus creadores.
De Antonio Salieri, su concierto para piano y orquesta en Si bemol mayor, a cargo de Pietro Spada y The Phillarmonia Orchestra: https://www.youtube.com/watch?v=xiDroZRF7YA