¿Un mundo demasiado limpio? ¡Parece un absurdo, pero hemos creado “corazas” de limpieza en los sitios de trabajo, en hogares y en ciudades! Estas mejoras en higiene ambiental y personal son problemas, por el exceso de higiene, y por no exponernos al mundo de los microbios. En esto se concentra la idea central de un trabajo científico, que sugiere un impacto económico, social e higiénico, sobre la salubridad pública. El informe asociado aparece en la revista ‘Springer Nature’. El doctor Christopher Lowry y su equipo, de la Universidad de Colorado (USA), explican que nuestra falta de exposición natural a algunos microbios y bacterias, con los que hemos convivido desde hace miles de años, quizás haya podido dejarnos algo “desvalidos”, con un sistema inmune “desentrenado”, y hasta “debilitado”…  

¿Será posible que la “suciedad” de los ambientes microbianos naturales nos fortalezca? ¿Será un secreto de buena salud, que de esta manera el cuerpo se agite y se ensucie, y que la mente repose? ¿Será, como dijo Mark Twain (1835-1910), que para una buena salud hay que comer lo que no queremos, beber lo que no nos gusta, y hacer lo que no deseamos hacer?

Los europeos y estadounidenses pasan entre 60% y 90% del tiempo en ambientes interiores (casas, edificios, industrias), calcula Jordan Peccia, de la Universidad de Yale (EE UU). Su trabajo señala los “beneficios” de tener micro organismos caseros que interactúan con bacterias que habitan en nuestro cuerpo, en el papel clave de regular muchas funciones de nuestro organismo. “Los necesitamos para el desarrollo y los beneficios de nuestro sistema inmunitario”, subraya Peccia. Si nuestra casa fuese una especie de burbuja aislante, purificada e higienizada, nuestro sistema inmunitario se debilitaría, gradualmente, porque no sería capaz de reaccionar ante la más pequeña incidencia proveniente del ambiente exterior, abierto. “Vivir cerca de animales trae beneficios a la salud; entonces, si vive en la ciudad tenga un perro, un gato u otra mascota hogareña”, según el profesor Peccia.  

“La exposición temprana a microorganismos beneficia la colonización de los intestinos, lugar de entrenamiento de buena parte de nuestras defensas orgánicas”, añade Peccia. Muchos estudios muestran que los niños que crecieron cerca de granjas y ganado, en ambientes campestres, desarrollan menos asma y otras enfermedades, que la población urbana. Los ambientes de antaño, y el contacto con animales desde temprana edad, hacen más fuerte a los jóvenes y adultos de hoy. Los miles de millones de microbios del organismo -el microbioma-, son parte de nuestras vidas. Lejos de enfermarnos, pueden protegernos de enfermedades, nos ayudan a digerir la comida, entrenan a nuestro sistema inmunológico, y hasta influyen en nuestra conducta. La visión de que “todas las bacterias deben morir”, ha llevado ahora a pensar que “las bacterias son amigas que pueden ayudarnos”. Pensémoslo así…




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