Naciones Unidas da un nuevo impulso a partir de este jueves 25 de enero en Viena para reanimar las negociaciones de paz en Siria, donde la violencia sigue haciendo estragos tras siete años de una guerra en que han muerto más de 340 mil personas.
Un mes después de una precedente reunión infructífera en Ginebra, la octava, las delegaciones del régimen y de la oposición se encuentran durante dos días en la sede de la ONU en la capital austriaca en lo que constituye «la última esperanza de paz», según el jefe de la diplomacia francesa, Jean-Yves Le Drian.
En las anteriores conversaciones, las diferentes partes no llegaron ni a hablar entre ellas.
La principal cuestión que bloquea el proceso es el futuro del presidente sirio Bashar Al Asad, cuyas fuerzas dominan la situación en el terreno desde que Rusia inició su apoyo en 2015.
Representantes del gobierno de Asad rechazan reunirse directamente con la oposición hasta que no dejen de lado su demanda de que Asad abandone el poder.
Una portavoz de la ONU dijo que la delegación del gobierno sirio debía reunirse con el enviado de la ONU Staffan de Mistura.
El principal grupo opositor, el Comité de Negociaciones Sirias (CNS), afirmó por su parte que llevaría a cabo conversaciones por separado durante la tarde.
De Mistura dijo el miércoles que las negociaciones en Viena, en las que participarían «delegaciones completas» de la oposición y del gobierno, llegaban a un «momento muy, muy crítico».
Para Nasr Al Hariri, del CNS, estos dos días significan «una auténtica prueba para todas las partes».
– Combates como telón de fondo –
La reunión de Viena tiene lugar mientras se están llevando a cabo varias ofensivas militares en el terreno, un dirigida por Turquía contra la ciudad de Afrin, en manos kurdas, y otra del régimen contra los rebeldes en la provincia de Idlib y en la Guta Oriental.
El ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, hizo hincapié en la «situación de degradación humanitaria considerable en Siria, tanto en la zona de Afrin como en la zona de Idlib y en la zona de Guta Oriental, con otros participantes y el régimen que rodea las fuerzas de la oposición».
La intervención de Turquía en Afrin ha generado tensiones entre Ankara y Estados Unidos, que han prestado apoyo a las milicias kurdas en su batalla contra el grupo Estado Islámico.
El presidente estadounidense, Donald Trump, pidió el miércoles a su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, «reducir y limitar sus acciones militares» en Siria.
Erdogan insistió sin embargo en que su ofensiva se trata de una medida de seguridad nacional, ya que los combatientes kurdos del YPG (Unidades de Protección del Pueblo) contra los que están luchando son considerados por Ankara como el brazo sirio del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Estas conversaciones en Viena empiezan a pocos días del «Congreso intersirio» organizado en Sochi, en Rusia, por iniciativa de Moscú y Teherán, aliados del régimen de Damasco, y Ankara, apoyo de los rebeldes. Están invitados a participar en ellas «todos los principales actores regionales e internacionales», incluyendo los kurdos, pese a la reticencia de Turquía.
Frente a la preocupación de varias cancillerías occidentales, el Kremlin aseguró que su iniciativa no era para competir con el proceso de Ginebra y buscaba complementar de «forma eficaz» esa reunión con «resultados» concretos.
Para Yehia Al Aridi, portavoz del CNS, «según los rusos, cualquier punto positivo que salga de Sochi tiene que ir en el sentido de Ginebra para encontrar una solución, sino no tendría sentido», estimó el miércoles a la AFP en Viena.
El objetivo a término de su campo es «encontrar un contexto seguro, objetivo y adecuado para celebrar elecciones», agregó.
