"Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad.”
Albert Camus
Nihilismo (del latín nihil, "nada") no es relativismo, es mucho peor: es negar la existencia del mal, que ha sido la idea más nefasta del siglo XX, la de los fascismos rojos o negros. Si no existe el mal, todo está permitido.
El nihilismo, en términos generales, es la creencia de que la vida no tiene un propósito o sentido intrínseco. Es una visión que niega la existencia de valores absolutos o universales, lo que lleva a muchos a sentir que nada en la vida tiene un verdadero significado.
Para Nietzsche, el nihilismo supone la pérdida de todos los valores y esa, sin duda, es una buena definición de la sociedad actual.
Luego, lo que acá estamos viviendo no es otra cosa que un nihilismo político de poder absoluto que ha sido incapaz de aceptar una ineludible realidad electoral, que se niega a tolerar o asumir al opositor, sin que esto implique su propia destrucción, optando por la negación simbólica del otro a través de su deshumanización, sea por abstracción, por su aniquilación moral o apresándole.
Albert Camus -una de las grandes figuras literarias de la Humanidad- etiquetó el nihilismo como el problema más alarmante del siglo XX. En su ensayo "El Rebelde" traza un dibujo aterrador de cómo el colapso metafísico a menudo termina en la total negación y en la victoria del nihilismo, caracterizada por un profundo odio, destrucción patológica, e incalculable muerte… " No siendo nada verdadero ni falso, bueno ni malo, la regla consistirá en mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte. Entonces el mundo no se dividirá ya en justos e injustos, sino en amos y esclavos. Así, hacia cualquier lado que uno se vuelva en el centro de la negación y del nihilismo, el asesinato ocupará su lugar privilegiado.”
El filósofo francés creía poder situarse más allá del nihilismo, en virtud de la fuerza vital que imprime la rebelión contra la opresión y la injusticia, apostando por la actitud generosa de los que no hallando descanso se condenan a vivir para quienes, como ellos, no pueden vivir, para los humillados.
Ante esa inquietante realidad que hoy nos embarga, resulta imprescindible rescatar el valor de la honestidad y la sindéresis en la vida pública, en lo que debería ser la vida democrática de nuestro país.
Son cinco lustros sin referentes políticos de alto nivel. Habitamos en un país que no mira en su conjunto al futuro sino que vive sepultado en las miserias del pasado, un país donde no hay justicia para todos sino para quienes detentan los mismos ideales del régimen. En esta especie de nihilismo que nos regenta, o sea, de individuos que no creen en nada o que no saben de qué hablan, el régimen puede "proponer" cualquier barbaridad con la segunda intención no tanto de hacerse el bueno, "el justo", como de estigmatizar a la mayoritaria parte de la sociedad que decidió democráticamente cambiar ese porvenir tan aterrador. Nos encontramos normalizados en una anormalidad que se torna norma, hábito y destino. Pareciera que levantarse cada mañana con nuevas leyes, regulaciones y arbitrarias detenciones, sencillamente porque el principio del sostenimiento del régimen así lo estipula, es algo normal, aceptable y lógico; como así pareciera igualmente que acontece con medidas que tienen que ver con la justicia, la seguridad y la integridad personal y familiar de los ciudadanos. Manuel Barreto Hernaiz