Es falso que las estelas que dejan los aviones puedan ser una señal de que fumigan compuestos tóxicos sobre la población o manipulan el clima con fines ocultos, como aseguran mensajes en redes sociales que muestran imágenes de estas nubes trazadas en el cielo por la condensación de vapor de agua.
Dos recientes publicaciones en Facebook, que suman en total más de 840 mil visualizaciones, han compartido un mismo mosaico fotográfico de doce cielos repletos de cirros formados por estelas de aviones para denunciar los efectos de lo que consideran una manipulación del clima.
La primera, del 29 de septiembre, ha sido visitada unas 190 mil veces e incluye un texto que comienza así: "Todos los días nos roban las nubes y a saber lo que nos fumigan". La segunda, publicada el 9 de octubre, reproduce el final del mensaje de la anterior ("No es cambio climático, es manipulación del clima") y ha tenido más éxito, con cerca de 660 mil visualizaciones.
También en octubre, otros usuarios de redes sociales han alertado sobre lo que consideran estelas químicas o quimioestelas (chemtrails, en inglés) con diferentes fotografías y mensajes en Twitter e Instagram.
Con este concepto de chemtrails definen lo que para ellos supone el resultado de unas prácticas realizadas o permitidas por los gobiernos a espaldas de la ciudadanía con el fin de modificar el clima o dispersar sustancias peligrosas sobre la población por intereses ocultos, algunos de ellos perversos e incluso genocidas.
Aparte de las estelas en el cielo, otros contenidos virales sobre los chemtrails muestran fotos de barriles o tanques con sustancias supuestamente químicas a bordo de aviones, como una publicación en Facebook que acumula ya cerca de 100 mil visualizaciones.
Nubes de hielo
En realidad, las estelas de los aviones no son más que nubes de hielo con la apariencia de líneas largas que se forman al paso de la aeronave por condensación del vapor de agua cuando la atmósfera está suficientemente fría y húmeda, según explica la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Generalmente, se forman por la condensación del vapor de agua contenido en las emisiones de los motores y, cuanto más alto es el vuelo, más posibilidad hay de que la zona esté suficientemente fría para que se produzca el fenómeno.
Si cada vez son más recurrentes los contrails (acrónimo en inglés de estas estelas de condensación) es porque con los años ha aumentado la altura de los vuelos comerciales, a lo que se suma el progresivo incremento del tráfico aéreo.
No obstante, este fenómeno está descrito y documentado desde los comienzos de la aviación comercial y su explicación científica se puede ver detallada en un documento que fue publicado en 1953 en el boletín de la Sociedad Meteorológica Americana.
Si se observan las estelas en unos lugares más que en otros es por las diferentes condiciones atmosféricas. Cuando hay humedad suficiente en el aire, las estelas pueden durar varias horas y ensancharse convertidas en cirros y, más concretamente, en antropocirros, término que engloba a los cirros que tienen origen humano.
Si fueran compuestos tóxicos, serían invisibles
¿De qué están compuestas estas nubes, estos antropocirros? Pues simplemente de vapor de agua condensado. Entre el 20 y el 50 % de los gases que expulsa el motor de un avión es vapor de agua emitido a más de 400 grados centígrados, que se condensa si la temperatura exterior es de cinco grados bajo cero.
Y, como explicaba el profesor de Química de la Universidad de Barcelona Xavier Giménez Font en la revista Investigación y Ciencia, “si el origen de las estelas fueran fumigaciones con compuestos químicos tóxicos, no tendrían el aspecto de nubes y probablemente serían invisibles”.
La profesora de ingeniería Jenn Stroud Rossmann precisa por su parte en un artículo de Scientific American que los óxidos de azufre y nitrógeno y el dióxido de carbono que también expulsa el motor del avión facilitan una superficie para esos cristales de condensación.
En 2016, varias instituciones académicas estadounidenses sometieron las denuncias sobre fumigaciones nocivas al criterio de los científicos y 76 de los 77 químicos atmosféricos consultados concluyeron que no habían encontrado prueba alguna. El único que no respondió con un no rotundo se limitó a indicar que desconocía el motivo de los diferentes niveles de bario en sus experimentos.
¿Tanques químicos a bordo? Solo llevan agua
En cuanto a la publicación difundida en Facebook que utiliza imágenes de depósitos o tanques en el interior de aviones comerciales para alertar sobre presuntos fumigados tóxicos, lo cierto es que ninguna tiene nada que ver con el peligro que denuncia.
La imagen principal del mensaje corresponde a una foto de 1994 que muestra unos barriles empleados para comprobar el centro de gravedad de un Boeing 777, mientras que otra de las instantáneas fue tomada durante una visita a los tanques de lastre de un Airbus 380, como se puede comprobar en una búsqueda inversa. El uso de tanques con agua es esencial en las pruebas para la fabricación de aeronaves.
Los primeros textos que difunden sospechas sobre los supuestos agentes químicos que contendrían las estelas de los aviones se pueden encontrar con la generalización de internet a finales del siglo pasado, como uno de 1997 que denunciaba a aviones que presuntamente dispersaban "a diario" un pesticida cancerígeno desde los cielos de EEUU.
En 1999 comienza a aparecer la palabra chemtrail en algunos foros de discusión. El periodista William Thomas le da mayor difusión en 1999 en una entrevista con Art Bell, locutor del programa de radio Coast to Coast, muy popular en Estados Unidos y que suele dar pábulo a teorías conspirativas.
Siembra de nubes para cambiar el tiempo atmosférico
La base en la que arraigan las elucubraciones sobre los chemtrails son los programas gubernamentales para intentar modificar localmente las condiciones meteorológicas, que existían desde 1946, con el método de siembra de nubes, como explica la Organización Meteorológica Mundial.
Estos programas de manipulación meteorológica tratan de aumentar las precipitaciones en zonas de sequía, disipar nieblas peligrosas, disminuir el tamaño del granizo o evitar que llueva durante un evento, como fue el caso de la clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008.
Y ¿en qué consisten? Se "siembran" las nubes con sal (siembra higroscópica) o con yoduro de plata, CO2 congelado o propano líquido (glaciogénica), según las condiciones atmosféricas. En España, se requiere autorización estatal, tal como dispone el Reglamento del Dominio Público Hidráulico de 1986 que desarrolló la Ley de Aguas del año anterior.
En todo caso, la cantidad de yoduro de plata empleada para estos fines es ínfima, ya que por cada gramo se producen 1015 núcleos formadores de hielo, como expone el farmacéutico Carlos Maldonado en una tesina donde concluye que no cabe ningún riesgo para los seres vivos. De hecho, precisa que pueden hallarse mayores cantidades en muestreos de zonas que no se han rociado artificialmente.
Efectos de las estelas en la crisis climática
Eso sí, por su condición de nubes, los cirros formados por estelas de aviones pueden contribuir al calentamiento del planeta.
Si bien las nubes bajas suelen ser una barrera que filtra la luz solar y hace que descienda la temperatura en la superficie terrestre, los antropocirros de los vuelos comerciales, en cambio, están a más altura y no la filtran, mientras que sus cristales de hielo sí pueden atrapar el calor.
Así lo advierte una investigación del Instituto de Física Atmosférica de Alemania (DLR) publicada en junio de 2019. Los autores sostienen que las estelas de vapor de agua afectan a la crisis climática incluso más que el propio dióxido de carbono.
De este modo, las nubes creadas por los aviones, que representan el 0,1 % de la nubosidad del planeta, suponen un 3,5 % del impacto de las actividades humanas en la crisis climática, según explica la meteoróloga Delia Gutiérrez, quien se basa en un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC).