No podemos resignarnos

 ¿Cómo resignarse a una vida sin ideales, a una sociedad marcada por las injusticias, por la falta de libertades? Hemos de derribar las barreras del miedo y trabajar a destajo por una "Tierra de Gracia" embellecida a través del esplendor de la verdad y la dignidad. 

"No debemos resignarnos a la llamada «normalización» de la vida política de Venezuela, que no es otra cosa que la hegemonía roja siga en el despotismo y el conjunto de la nación siga aplastada. Resignación es conformidad ante la adversidad. En ciertos casos, por cierto, sospechosa conformidad. La respuesta no debería ser tan complicada de identificar: ¿Resignación? ¡Nunca!" Fernando Luis Egaña

La palabra resignar es un verbo transitivo que significa renunciar a un beneficio, someterse a la voluntad de otro, conformarse con las adversidades, conformarse con algo negativo, sin hacer nada contra ello. Pensamientos como "no puedo hacer nada y siempre ocurrirá lo mismo", establecen una posición de inmovilismo y no aporta ninguna oportunidad para los cambios positivos. Quien opta por la resignación, el futuro será siempre idéntico al presente, incapaz de conducir a nada nuevo.

No se puede obviar que estamos ante una ineludible incertidumbre que se hizo casi un vacío espiritual nacional. Hoy nos encontramos ante un evidente cisma entre una sociedad que se siente confundida y con pocas esperanzas y un gobierno sustentado en la ruindad.

Anda ahora mucha gente, con motivo de la crisis actual, cacareando que tenía razón, pero muy pocos advierten que lo que se ha acabado es precisamente eso: el arte de tener siempre razón. Si estuviéramos cercanos al final del sinuoso camino por donde nos ha conducido el régimen y el retorno de las correctas certezas demócratas, quizás nos sintiéramos más tranquilos pero no habríamos entendido que lo que se acaba es algo distinto: una determinada concepción de nuestra apreciación acerca de la realidad social y de nuestra capacidad de decidir sobre ella. ¿Pero... Resignación? Nada de eso. Esa indignación presente en el 80 % de los venezolanos ante la presunción del régimen de atornillarse en el poder, no debe transformarse en resignación.

Se trata de no resignarse a los encubrimientos y distorsiones con que la indecencia y la demagogia suman su propio aporte a lo que la realidad ya tiene de intrincado. Tenemos que buscar, perseverar y hasta inventar para lograr nuestras propias salidas, pero no sin antes llegar a un conocimiento profundo de nuestra realidad política, porque ningún camino que emprendamos nos llevará a buen término si desconocemos el punto de partida. Debemos analizar sin prejuicios ni falsos planteamientos lo que nos ha salido mal y por qué. Y también lo que hemos hecho bien.

Hay una tarea paciente que hacer, y que pasa por llenarse de razones, luego los argumentos prevalecerán. Hay que implicar a la sociedad en estas controversias, porque hay mucho en juego. Una sociedad poco informada resulta algo muy frágil si se mueve por consignas y no por argumentos. No podemos resignarnos ni claudicar ante tanta ruindad sin hacer frente a su siembra de desgracias, injusticias y corrupción que cosecha nuestra nación desde hace más dos décadas. Es cuestión de perseverar para impedir que nos confisquen el porvenir. No tenemos más armas para salir de esta crisis, que la de convertirnos en una sociedad deliberante, exigente y particularmente comprometida con el rescate de nuestro país, pues está escrito en la Historia Universal que con la resignación jamás se ha alcanzado ni la libertad ni la grandeza de ninguna nación.

¿Cómo resignarse a una vida sin ideales, a una sociedad marcada por las injusticias, por la falta de libertades? ¿Cómo permanecer callados ante un régimen que usa sus armas contra su propio pueblo? ¿Cómo bajar la cabeza ante la violencia indiscriminada de los que pretenden justificar tan viles acciones por mantenerse en el poder luego de haber destrozado nuestro pais? Hemos de derribar las barreras del miedo y trabajar a destajo por una "Tierra de Gracia" embellecida a través del esplendor de la verdad y la dignidad.

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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No podemos resignarnos

Manuel Barreto
Manuel Barreto

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