Un comentario sugerente se está planteando en no pocos ámbitos de nuestro país: el problema no es negociar, el problema es que se mantenga la actual situación de Venezuela… Pero si la negociación tiene por finalidad el que se mantenga la hegemonía, causa de la catástrofe humanitaria, entonces la negociación como tal, sea en Noruega o en República Dominicana, sí es un problema y uno mayúsculo. Cuando el canciller de Cuba tiene el tupé de ofrecerse como «mediador» en las llamadas negociaciones, es imposible que no se deriven los referidos señalamientos.

De negociación en negociación, Maduro y los suyos, como también el predecesor, fueron ganando tiempo, y debilitando las expectativas de cambio de amplios sectores de la oposición. Pensar que ahora será distinto, incluso con la presión de los gobiernos que apoyan la causa democrática de Venezuela, me parece una ingenuidad. Esto no es un conflicto entre un gobierno represivo y una oposición disidente. No. Esto es un conflicto entre un poder criminal y un país aplastado por ese poder. ¿Sabrán eso en Oslo? Esperemos que sí.

Pero no estemos tan seguros. En Europa la palabra «diálogo» tiene una especie de embrujo cuando se trata de países lejanos con situaciones difíciles o extremas. Como Venezuela, por ejemplo. Nos ven desde la óptica en que se ven a sí mismos en la mayoría de las naciones europeas. Y eso es un error colosal, porque todo queda distorsionado. Empezando por la naturaleza del régimen que todavía impera acá, que desde luego no tiene nada que ver con ningún sistema político de la Europa del siglo XXI.

Por otra parte, no es auspicioso que tengamos que enterarnos del asunto noruego, no a través de los voceros autorizados del espectro opositor, sino a través de periodistas perspicaces que dirigen o laboran en medios localizados fuera de Venezuela. En cuanto al oficialismo, fue el propio Maduro quien descorrió el velo, y sin entrar en mucho detalle se mostró satisfecho con lo que acontece. Y tiene razón, porque su propuesta de una enésima «mesa de diálogo y negociación», por llamarla de alguna manera, se está imponiendo. Y eso lo favorece porque le da tiempo y margen de maniobra.

No hay que ser muy avezado en estos menesteres para darse cuenta de ello. El capítulo de Noruega se inició con la reunión uruguaya con participación mexicana, hace ya algunos meses, justo después de la proclamación de Guaidó. Entonces se insistió que detrás de la reunión y sus alcances, estaban los cubanos. Ni era de extrañar en aquel momento, y mucho menos ahora, cuando se hace cada vez más visible el impulso habanero de estas iniciativas. Y ese impulso no tiene otra finalidad que impedir la salida de Maduro, y en todo caso de procurar la continuidad de la hegemonía roja en Venezuela.

Las explicaciones que vienen dando varios voceros opositores, una vez que el tema se hizo público, no son convincentes porque son confusas y de distinto tenor. Da la impresión que no tampoco están muy claros de que se trata toda la trama, y eso, como es lógico, preocupa. Noruega se puede convertir en un dolor de cabeza para muchos y en un alivio para otros. Los segundos son los que controlan el poder y no tienen ninguna intención de que eso cambie.

flegana@gmail.com




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