Hace un mes que la pequeña pero rigurosa y planificada Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, adscrita a la Universidad de Carabobo perdía a uno de sus más valiosos profesores, uno que por cuarenta y seis años se dedicó a las lides de la enseñanza, pero no como cualquier otro profesor, un verdadero maestro, un ejemplo para muchos de quienes aun dentro y fuera del país nos hemos dedicado a esta extraordinaria y dinámica área del saber, una ciencia social dura como la economía, de cuyos saberes no yace escindido nada relacionado a la naturaleza del ser humano.

El profesor Gustavo Guevara, a quien cariñosamente llamábamos a sus espaldas y bajo su consentimiento el “Gordo”,  fue y será uno de los profesores que marcaría para bien con su impronta la manera de pensar de sus estudiantes, fue un hombre brillante formado en Francia y de una humildad y sencillez absolutamente incompatible con su indiscutible estatura académica, de una rigurosidad incuestionable en el marco del desempeño docente, pero tan bien administrada quesus estudiantes jamás nos sentimos cuestionados, acosados y menos maltratados por este maestro integral.

En lo personal tuve la dicha de tenerlo como vecino, en el valle de San Diego en Carabobo y obviamente la cercanía me permitió entablar una relación de filial afecto con este buen profesor, de inquita bondad, de incansable deseo por conocer, el Profesor Gustavo Guevara, era una verdadera autoridad en términos del saber microeconómico, áreas de las cuales se ocupaba con verdadera pasión hasta los últimos días de su existencia terrenal, sus clases no quedaran jamás contenidas en las paredes de ese tercer piso de la Escuela de Economía o en su cubículo, justo frente a la fotocopiadora de Cheo, su legado subyace en nuestras mentes, en los paradigmas profesionales de abordaje de las materias que enseñamos en la Universidad, para quienes nos decantamos por la docencia o aquellos que decidieron el ejercicio de la economía en los sectores públicos y privados. Así pues la inquietud y dinamismo del Profesor Gustavo Guevara se hicieron patente cuando ejerció la Dirección de la Escuela de Economía, sin pedir reducción de carga, pues enseñaba: Microeconomía I, II y III, Teoría del bienestar, desarrollo de nuevos productos y Economía Industrial.

Su vinculación entre la teoría económica y el abordaje de la matemática para lograr demostrar las tesis de la economía eran sencillamente brillantes, poder ver esa pizarra con una exquisita caligrafía cursiva, además de leer sus trabajos elegantemente construidos con un manejo impecable de la sintaxis, nos comprometían a todos a saber escribir, es decir plantear en palabras nuestro pensamiento con el concurso de un lenguaje fino y además sintácticamente bien construido, ninguna apreciación podía estar sustentada en la discrecionalidad, todas por el contrario, debían estar argumentadas en razonamientos validos de los autores que nos hacía leer; de una cultura extensa y un vasto conocimiento, se presentaba ante nosotros como el modelo a seguir, como  el esquema de lo que debía ser un profesor universitario, de allí que quienes asumimos estas responsabilidades entendimos desde el primer contrato hasta el pase a ordinario, que la docencia no era un acto de simulación y mucho menos el refugio para hacer tangible nuestras frustraciones.

Su paso por la Dirección de la Escuela de Economía, la puedo definir como la etapa más brillante de nuestra escuela, la Facultad recibía la visita de Emeterio Gómez a quien tuvimos la dicha de escuchar hablar de filosofía y economía, además de escucharlo en un debate extraordinario con otro gran economista y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, me refiero al profesor M.J. Cartea, supongo  que en el cielo, ese lugar de paz, al cual va la gente que honra la vida, que es coherente con sus posturas y sobretodo quien no es fariseo, estas tres almas aún deben estar desde la gloria de Dios discutiendo los destinos de este país en esa área tan neurálgica como lo es la economía.

Es cierto, Gustavo se nos fue pronto, solo tenía sesenta y nueve años de edad cronológica, pero la claridad tecnológica de un muchacho de veinte años, cuando la pandemia nos obligó a dictar clases virtuales, ya él sabía con maestría digna de un experto, los entornos Moodle, el uso de la plataforma Zoom, y el manejo de esta herramienta para optimizar el tiempo, las clases y los conocimientos, en esta fractura y en medio de la orfandad que supuso su partida, insisto pronta y prevenible, me tocó la tarea de dictar economía industrial, una de sus materias; en su entorno virtual de aprendizaje ya había dejado clases grabadas en zoom para la consulta de sus estudiantes, entre quienes aún me cuento, para luego usar la herramienta y de manera síncrona aclarar dudas.

Gustavo se fresó en la mente de quienes fuimos sus estudiantes, algo de él nos quedó a todos, además del afecto hacia su persona, además de la bonhomía que le sobraba por cantidades industriales y por ende la contagiaba, nos heredó la inquietud académica, el abordaje serio y sin poses de los saberes de la ciencia económica y para despecho de muchos filibusteros de la academia, la visión multidisciplinaria de la economía para abordar áreas afines o próximas del saber, el profesor del morral y la laptop, el maestro de las memorias USB y los discos extraíbles, el buen Gus, diminutivo con el cual lo llamaban estas generaciones de muchachos de la escuela, con quienes compartía los megas de su teléfono para que pudieran consultar los correos o bajar literatura de la nube, era tan único que una de sus últimas travesuras consistía en lograr bajar libros y documentos de internet, para tener acceso a la literatura y los conocimientos que cada vez le eran más difíciles a los jóvenes bachilleres obtener.

Sus últimos tiempos estuvieron marcados por una dolencia ósea que le impedía caminar bien, empero bastón en mano, cual Lord Ingles, subía jubiloso los escalones del edificio de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales y recorría los pasillos de la facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, en donde fue más que un colaborador, pues le dio sentido a los programas de Economía Política I y II para Estudios Políticos, carrera en la cual se ganó de inmediato el reverencial respeto de sus estudiantes, no podía ser distinto, el Profesor Gustavo Guevara trascendió los límites de la Universidad de Carabobo, en dónde además ocupo el puesto de consejero ante el Consejo Universitario. Justo en estos duros momentos se requiere más que nunca, los consejos y la estatura ética de un profesor y ciudadano ejemplar como el buen Profesor Guevara.

Era un alma limpia, nunca albergó rencores, odios, ni envidias¿qué le podía envidiar a otros si en su vida profesional logró alcanzar todas las fronteras académicas? de hecho, la orden Alejo Zuloaga en su I orden, le adornó el cuello desde 2019, jamás el primer Rector encontraría mejor peana o pedestal, que el cuello del Gordo Guevara.Hacerle una semblanza a un profesor cuya trayectoria sobrepasa a la Universidad no es tarea fácil, pues Gustavo tocó la vida de todos sus estudiantes y de los profesores que veníamos de esas manos, el Profesor Gustavo fue un investigador insigne y un combatiente gremial infatigable e indoblegable, la segunda una cualidad casi extinta en este país que es tierra de tartufos y traidores, su valentía acompañó y acompaña a estas mustias horas aciagas que vive nuestra Universidad.

Gustavo partió hacia el Cenit, dejando huella indeleble para las nuevas generaciones de estudiantes y de profesores, dentro de las cuales me cuento, Gustavo Guevara fue un espíritu indomable, un universitario integral, quien siempre entendió los riesgos de la neolengua y del lenguaje rígido de esta amenaza colosal que pende sobre la autonomía de la universidad, tu partida nos sorprendió a todos, pues como siempre fuiste a compartir la graduación de la 88va.promoción de economistas, allí nos despedimos entre bromas de altura, que las mentes elementales no entendían, escuchando a Bach en el carro de Alicia mi pareja y hablando de cine, una pasión que compartíamos juntos y la cual tu cultivaste en mis años de juventud.

Siempre presente en mi vida, siempre dispuesto al consejo, a la distancia de un contacto “Gustavo el insigne”, contacto este creado para morigerar la travesura que desde muchachos hasta la edad adulta, catedra en mano, todos los estudiantes de economía hicimos al llamar a tu gran amigo, a tu hermano el Profesor Santiago Guevara, “Guevara el malo”, calificativo que se desprendía de la rigurosidad del Profesor Santiago, para enseñarnos nada más y nada menos que prospectiva económica, mientras que tu mi querido Gordo, siempre tuviste el calificativo de bueno a pesar de tus travesuras, todos te recordamos con tu sonrisa de muchacho pícaro, con tu eterna juventud y con la versatilidad para dar clases y es que jamás necesitaste de soportes audiovisuales, de retroproyectores, en la virtualidad de aros de luz o cualquier parapeto que intente distraer las falencias del conocimiento, en los patios de la Universidad dabas clases, sentado en una silla enseñabas a Coase y a Schumpeter, a los marginalistas, a Von Bawerk y además nos enseñaste a ser ciudadanos, nos enseñaste a ser coherentes con nuestra vida y nuestros principios, esas enseñanzas quizás son las que más extrañaremos.

Se nos rompió una rama del árbol de nuestra Escuela, nos toca ver cómo hacemos que aún y derruido ese árbol siga dando sombra y frutos, tus huérfanos los profesores de la minúscula y rigurosa escuela de Economía buscaremos, y con tu ayuda desde el cielo, lograremos que ese árbol no se marchite.

Recuerdo que en una oportunidad me dijiste que si dejabas la docencia te morías y hasta en eso fuiste coherente, preferiste jubilarte de la vida, antes que asumir irte de nuestro lado, no tuvimos la oportunidad de velarte, de colocar en tu féretro la bandera, de hacer guardia a los lados de tu urna, estoy seguro que esas pompas te eran chocantes, la bandera de nuestra Alma Mater, te arropo desde el primer día en el cual decidiste entrara en ella para enseñar a pensar distinto, no necesitaste de guardias a los lados de tu féretro, pues tus huérfanos hijos de la escuela de economía te honramos dando clases virtuales, bajo los preceptos de auditabilidad y excelencia académica que bien nos enseñaste.

Es necesario recordar que el profesor Gustavo formó profesores que se encuentran en España, México y los Estados Unidos, usando los esquemas de pensamiento que nos fueron sabiamente insuflados por su persona, este homenaje a un mes de su partida, no puede dejar de ser una denuncia para que seamos asistidos por un serio y robusto plan de vacunación. La muerte de Gustavo Guevara y la de tantos otros universitarios y connacionales obedece a la indolencia de este régimen del oprobio, no existe justificación para tanta maldad, y aquellos que han logrado por vías subrepticias vacunarse y además simulan ser académicos, tienen un doble pecado: el del atajo y el clientelismo agravado por la ausencia total de moral en su conducción como académicos, es decir son una suerte de sepulcros emblanquecidos.

Pero estas líneas en honor al padre académico de tantos, al compás moral de la escuela de economía no quiero que se conviertan en una plañidera de quejas hacia un régimen perverso y amoral, el tránsito limpio, brillante y de inquieta bondad del Profesor Gustavo no merece ser maculado por la maldad que le era tan ajena. Al día siguiente de tu partida escribí entre llantos “Adiós Gordo”, hoy corrijo esa galimatia y te digo “Hasta luego Gus”, pues tú no estás muerto, muere a quien se le olvida, muere quien vivió una vida llena de maldades e intrigas y cuyo final, no produce ni alegría ni dolor, por el contrario vives en las mentes que lograste tocar y cambiar, en las vidas que influiste y en el cariño que sembraste.

Finalmente, hace unos días encontré un ejemplar de tu libro el derecho a la competencia, obra que te llevó a las aulas de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, en las cuales tuviste la humildad de cursar  Economía Política, en una de esas páginas de un libro leído y trabajado, encontré un marca páginas, que nos obsequiaban a los estudiantes con altos promedios, en él está reproducida la carta que Keynes le escribiera a Marshall y que define lo que es un economista, aunque para muchos atolondrados los economistas no somos científicos, sino una suerte de burócratas sin brillo; bueno la ignorancia es audaz, eso también me lo enseñaste tú en tus clases, así como a no discutir con gente atolondrada, quiero terminar estas líneas con la definición de lo que es un economista para Keynes y dejar sentado y por escrito que tu Gustavo Guevara cumples a cabalidad esta definición, aun con profundo dolor solo me despido de ti pidiéndote la bendición como siempre lo hacía y esperando me ayudes y nos ayudes en estos aciagos momentos que vive la Universidad, sigue ejerciendo de consejero universitario desde el cielo, te quiero en lemniscata.

«El gran economista debe poseer una rara combinación de dotes. Debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo. Debe comprender los símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo del pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vistas al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre o de sus instituciones debe quedar por completo fuera de su consideración. Debe estar tan fuera de la realidad como un artista y tan cerca de la tierra como un político».

Carta de Keynes a Marshall.




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