Deivis Gonzalo, paciente renal. Foto: Dayrí Blanco
Deivis Gonzalo, paciente renal. Foto: Dayrí Blanco

Ya es habitual verlo sentado en una acera con su pancarta blanca de letras azules en la que se lee “paciente renal ayúdenme Venezuela”. Lo hace por necesidad. Pide limosnas para no morir por falta de comida porque no tiene recursos para alimentarse junto a su familia, ni para costear lo que implica tener la enfermedad.

Su nombre es Deivis José Gonzalo. Un hombre de 39 años que se pasea entre las calles de Mañongo y La Trigaleña tratando de conseguir lo necesario. “Yo solo estoy esperando que Dios toque el corazón de la gente que quiera ayudarme, y estoy seguro que Él se lo recompensará en Salud”.

Ya tiene 14 años dependiendo de la diálisis para vivir y cada día es más difícil. Su salud se deteriora cuando en la Clínica del Riñón, ubicada en Naguanagua y que depende del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), no administran el tratamiento por la falta de algún insumo.

Él va tres veces a la semana a conectarse a las máquinas que le depuran la sangre. Martes, jueves y sábado. “Cuando me dializan sin problemas me siento bien, pero hay días en los que me pierdo una porque están esperando que llegue algo de Caracas y eso me descompensa rápidamente”.

Víctima de la crisis

Ya hace un año tomó la decisión de pedir dinero en las calles al no soportar más la crisis. Lo hace con su carpeta de exámenes e informes que certifican la condición que padece. Antes, sustentaba a su familia por sí solo con la venta de yogures que hacía con su esposa. Tenía una buena clientela en Naguanagua, pero la crisis tocó a su puerta.

Con el aumento del costo de los ingredientes fue imposible para él seguir con el negocio. “Ya no me daba la base y para hacer esos productos tan buenos y de calidad se necesita caminar mucho para conseguir los mejores ingredientes y yo no puedo”.

Y como ser paciente renal no solo significa recibir diálisis de manera oportuna, su condición de salud se ve afectada. Ya no tiene para practicarse estudios de laboratorios esenciales como hematología, hierro, calcio y fósforo, cuyos resultados le permiten que en la Clínica del Riñón le administren las medicinas necesarias.

En estos días pregunté por la ferratina y sale en ocho dólares que no tengo. Yo conozco mi cuerpo y sé que le hace falta varios nutrientes, pero sin hacerme los exámenes no me dan esos medicamentos”.

Las consecuencias son evidentes. Ya a Deivis le cuesta caminar y por eso pide limosnas sentado en el piso y, en muchas ocasiones, se le baja la tensión y se desmaya. Por eso su esposa lo acompaña a las calles a pedir dinero porque no puede estar solo, aunque a veces se va a hacer algún trabajo doméstico que le pagan con algunos productos de comida.

Sin ayuda gubernamental

Él ha acudido a varias instancias sin respuestas. “A la gobernación y a la alcaldía de Naguanagua, pero no me ayudan. A veces me acuesto en las noches sin cenar”.

Para Deivis no es fácil. Hay noches en las que no duerme pensando en cómo resolver su situación. Su alimentación debe ser especial porque introducirle a su organismo comidas con contenido de líquido empeora su condición.

Tengo que comer pollo, carnes blancas y blandas, pero están muy caras. A veces me prohíben la arepa pero es lo único que tenemos y sin relleno, porque no alcanza para más”.

Aseguró que la vida del paciente renal en Venezuela es muy sufrida. “Ya es bastante con tener que pasar sed, sin poder tomar líquidos, para también enfrentar la falta de recursos para mantenernos y hacernos los exámenes que necesitamos. Es muy difícil”.




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