Pandemia, temor, miedo: ¡Desastre!

Sobre virus y pandemias siempre hemos escuchado: Una afección dramática y humillante para las sociedades humanas. Coronavirus, ya lo sabemos, es la pandemia que ocupa en actuales momentos la atención mundial, y una gran parte del desbordado temor social. Teníamos antecedentes históricos parecidos: La pandemia de la gripe de 1918, conocida como gripe española, resultó causada por el virus Influenza A, del subtipo H1N1. Llamada Peste Española, ocurrió antes de que quienes hoy estamos vivos, hubiésemos nacido. El Coronavirus sigue activo desde el primer semestre de este año, 2020. En paralelo con las presiones del virus, corren los lacerante temores que sobreviven o mueren en las casas, en sanatorios y centros clínicos; de eso, escribimos seguidamente…

 

Los temores, en términos generales, son expresiones emocionales de las más extendidas en el planeta tierra. Todo temor (del latín timor) es un “sentimiento o sensación anímica”, que impulsa a los afectados a escapar de las situaciones consideradas como arriesgadas, peligrosas, dañinas, y aun amenazante para sus vidas. El temor es una presunción, una sospecha, un angustiante supuesto sobre la presencia o la aparición de daños personales, físicos o psíquicos, esperados en el presente o para el futuro. Todo temor, al establecerse como fuerza activa, tensionada y programada, ejerce presión sobre la persona o personas afectadas. Los temores, elementos psíquicos de poder, se han hecho presentes en este mar revuelto de pandemias y grandes tragedias.

 

En forma inconsciente, las personas mismas intentan manejar sus propios temores. Esto debemos conocerlo y destacarlo, porque con tan importante conocimiento, podemos hacer algo (intervenir) a favor; aunque las ayudas amigas y de especialistas quizás sean las más indicadas para asistir a quienes sufren. ¡Estos comentarios sobre los temores demuestran la necesidad prioritaria de intervenir, reconocer, exterminar y dejar soluciones eficientes, antes que el temor interfiera la efectividad de la personalidad! ¡Antes de que entorpezca y ralentice los beneficios de nuestra proactividad!

 

¡Aclaramos que una cosa es una pandemia viral, y otra es un temor! Sólo que los temores son propensos a aparecerse muy extendidos cuando los seres humanos se ven afectados masivamente, con expresiones contaminantes de dolor físico, psíquico y social.

 

¿Cómo se forman los temores? Al estar conscientes de la costosa invasión emocional de los temores emocionales, existen las propuestas de rediseñar nuevas rutas y tratamientos para un mejor desempeño de nuestra conducta; y para hacerle seguimiento a las formas como operan los temores y los miedos. ¡Estas propuestas de suman a la búsqueda del control y eliminación (inoperancia) de todo temor y miedo que hayan sido productos de confusiones, amenazas, ambigüedades y presiones, comunes de encontrar a diario en múltiples circunstancias de la vida humana!

 

La sensación molestosa de temores asentados en las personas, puede convertirse pronto en causa mayor de la inmovilización de la conducta individual, de asfixiantes ansiedades. Ha estado en el origen del fracaso de iniciativas que han sido desarrolladas y triunfantes. Para las personas afectadas, los efectos negativos no se disimulan fácilmente, porque son visibles, evidentes y limitantes. Desorientan y agotan a quienes resulten afectados; y dejan huellas psíquicas difíciles de eliminar, aun en personal profesional muy capacitado.

 

¡Quienes sufren temor desconocen con precisión lo que les mantiene en ese estado! Hay ansiedad confusa, “inventada”, que puede aumentar la angustia, y ocasionar y acelerar algún deterioro orgánico (cardiaco, viral, por ejemplo). Si es miedo lo que afecta, la causa hiere con más fuerza: Es característica del propio miedo. ¡El organismo entra en acción y sabe dónde “atacar”! Para administrar los miedos sólo falta controlar al miedo mismo. Otra razón para sentir temores y miedo, es que el miedo nos hace ver las cosas peor de lo que son. Los seres humanos son más peligrosos mientras más miedo tienen.

 

Los elementos que distorsionan nuestra estabilidad conductual y emocional pueden limitar la eficiencia de nuestra voluntad, y de las energías físicas y psíquicas de la personalidad. Pero siempre está en nuestras manos la posibilidad de intervenir y superar toda alteración que hayamos ocasionado sin intención. Cuando intervenimos con una clara conciencia de lo que es el temor, el fracaso y los costos derivados, jamás se justifica que podamos actuar a “ciegas”, sumando ansiedad, agregando sentimientos de culpa y agotando nuestra auto estima. ¡Esta razón de alarma e intervención, de convocatoria para actuar, del pedido de auxilio, es parte de la combinación exitosa que debemos aprender a controlar en situación como ésta de confluencia de angustias! ¡Es nuestro cerebro que nos demanda a proceder porque no se ha rendido! Un viejo y eficiente proverbio afirma que: “El fracaso más grande y lamentable, es no haber intentado hacer lo que habríamos podido haber hecho”.

 

Aclaremos más nuestro comentario sobre las pandemias virales y los temores que puedan presentarse (se presentan) colateralmente, en momentos dramáticos de tantos afectados y muertos por los virus. Las pandemias resultan de la entrada de algún virus en nuestro organismo físico. Los temores no son propiamente seres vivos, son “formatos” mentales generados, desarrollados y fortalecidos, dentro de la dinámica electro física y funcional de nuestro cerebro. Aun así, no dudemos en tener presente que los temores son un poderoso debilitador para la especie humana.

 

Una dañina debilidad del proceder humano es que, por el deseo de evitar el fracaso, el miedo, el dolor físico y mental, y la muerte, que son elementos cognitivos (pensamientos), negativos extremos en la situación de las pandemias, dejamos de hacer bien nuestro diario vivir; o lo hacemos mal, nos cargamos de tensiones emocionales negativas. El mecanismo general es parecido al generador del estrés: ¡Las presiones son emocionales (psíquicas), pero los resultados se muestran en el plano fisico! La consecuencia directa de hacerse presente este “formato” mental, cargado de emotividad (temores), es que cuando no hacemos algo que pudiésemos haberse hecho bien, los problemas pueden incrementarse a mediano plazo. Quedan secuencias de claras huellas de un temor activo, por lo cual los éxitos podrían disminuir más. La respuesta del virus en cada persona, y el temor y miedo al fracaso que nos ocurra en algún cerebro colaborador, se multiplican ante el temor de que no se puedan lograr metas, ni objetivos, ni deseos. ¡Y ni siquiera soñar…!

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Hernani Zambrano
Hernani Zambrano

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