Marlene Ospino planificó bien su agenda este 30 de diciembre. Sabía que recibiría el depósito de su última quincena del año y fue a hacer la cola en el banco para sacar efectivo. Lo hizo en el centro de Valencia y así poder aprovechar de hacer las compras que le faltaban. Pero lo que no incluyó en sus planes fue que necesitaría más dinero del que le pagaron.
Ella cobra el equivalente a tres sueldos mínimos, lo que representa menos de cinco dólares, y no pudo comprar ni un kilo de uvas para mantener la tradición de Año Nuevo con su familia. Las nacionales se las ofrecieron en cinco dólares y las importadas en 10 dólares, que es igual a más del 675 % del salario básico en Venezuela, establecido en siete bolívares.
Fue a varios negocios de venta de frutas y no consiguió ninguna variación en el precio que la beneficiara. “Y mañana estarán más caras”, advirtió una comerciante.
Así que tuvo que tomar una decisión: comprar mandarinas. La oferta era mucho mejor, un kilo y medio oscila entre ocho y 10 bolívares.
En busca de ofertas
Como Marlene, muchos estaban a la caza de mejores precios. Sobre todo en zapatos que era el rubro más buscado este jueves en el centro de Valencia, donde hubo menor concurrencia de personas que en los días previos a la Navidad.
Las zapaterías tenían cola de personas esperando para entrar. En las vitrinas se leía “10 %, 15 % y hasta 25 % de descuento.
Luzmila Ortiz recorrió las calles del centro de Valencia este jueves para tratar de comprarle los estrenos a su hijo de 10 años. No fue fácil. “Solo pude comprar una camisa que conseguí a buen precio y ahora espero que tenga su talla de zapatos aquí”, dijo mientras hacía la cola en una zapatería.
Las dos hijas adolescentes de Maritza Peña no tuvieron suerte. Ellas querían un modelo de pantalones que costaban 25 dólares y su mamá no se los pudo pagar. “Tendremos que comprar otra cosa, ya hemos caminado mucho”.
Tradición en extinción
Esta vez no estaban en exhibición las piezas de ropa intima amarilla que suelen venderse para recibir el Año Nuevo. En las tiendas dedicadas a comercializar estos productos, el color no parecía ser una prioridad.
“Se trata de vender lo que sea. Eso era antes que la gente pagaba más por llevarse algo amarillo un día como hoy”, expresó una vendedora.
Y es que ni los clientes preguntaban por esas prendas que solían ser muy demandadas, por la creencia de que contribuyen con la prosperidad para el año que está por llegar.