La pasividad internacional dio alas al golpe de Estado militar en Birmania
La activista y abogada del grupo étnico rohinyás, Razia Sultana, acompañada por alguno de los niños que asisten a los talleres educativos en el campo de refugiados de Kutupalong, en Bangladesh / Foto: EFE

La pasividad internacional ante las atrocidades cometidas por el Ejército contra el pueblo rohinyá en Birmania dio alas a los militares para perpetrar menos de cuatro años después el golpe de Estado que ha descabalgado al poder civil en el país asiático.

Esa es la tesis de la activista Razia Sultana, una de las voces más reconocidas y acreditadas de esa etnia de origen bengalí y credo musulmán que en la pasada década se convirtió en la minoría más perseguida del planeta tras sufrir, según la ONU, «una limpieza étnica, con visos de genocidio».

«Envalentonó al Ejército para dar luego el golpe» dice Sultana a Efe con motivo de la presentación del primer documental español sobre los rohinyás, «Living without a country» (Vivir sin país), premiado esta semana en el festival de cine Evolution Film de Palma de Mallorca.

«El mundo permitió que los soldados birmanos siguieran adelante y a continuación siguió haciendo negocios con Birmania, como tal cosa, por puro y mero interés económico», anota Sultana. que apunta la sensación de «impunidad» que adquirió el Ejército de su país.

Una «impunidad» que se vio reforzada por la complicidad del poder civil que gobernaba entonces en Birmania, liderado por la premio nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, que llegó a justificar dos años después ante la Corte de Justicia de la Haya las atrocidades de los militares birmanos.

Un desastre humanitario aún mayor

Compareciente ante el Consejo de Seguridad, donde relató el drama de su pueblo, y ganadora del Premio Internacional a las Mujeres Valientes, que concede el departamento de Estado, la activista advierte que «la comunidad internacional debe aprender de sus errores en Birmania».

Piensa que si la comunidad de naciones persiste en su actitud permisiva «el desastre humanitario puede ser aún mayor»-

En agosto de 2017 los soldados birmanos asesinaron a decenas de miles de personas, destruyeron miles de hectáreas de cultivo, exterminaron cientos de cabezas de ganado y quemaron decenas de poblados en el Estado de Rakéin, en el oeste birmano y hogar tradicional rohinyá.

La consecuencia inmediata fue la huida de cerca de un millón de personas a Bangla Desh, donde subsisten en el campamento de refugiados de Kutupalong, el mayor del mundo y que se ha transformado en la tercera aglomeración humana del vecino país después de Dacca y Chittagong.

El golpe militar del pasado febrero no ha causado todavía tantas víctimas; el número de muertos por la represión desde entonces supera en poco el millar.

«Pero si la comunidad internacional sigue indiferente el desastre se va extender no solo por Birmania sino por toda la región», advierte Sultana.

China y su ambición en el sudeste asiático

La activista considera que la incipiente resistencia que ha surgido en diferentes regiones de Birmania al régimen golpista del general Min Aung Hlaing «va a crecer y puede estallar una guerra civil. Los militares van a cometer más atrocidades. Y la economía acabará por colapsar».

La líder rohinyá prevé que ese proceso conducirá a «nuevos flujos de refugiados» en el Sudeste Asiático.

Sultana responsabiliza de ese peligro a China, que protege tradicionalmente al Ejército birmano y ha extendido su influencia por la región.

«La ambición de China es controlar la economía y dominar todo el área de Asia-Pacífico. Birmania se encuentra ya bajo su control y su intención es controlar también los países vecinos. Su plan es hacer negocios con todos ellos para que silencien la situación en nuestro país», asegura.

«La ONU permanece entretanto bloqueada por el veto chino (en el Consejo de Seguridad). La vida humana es muy barata», agrega.

Un documental que nos quita la venda de los ojos

Razia Sultana no quiere dejar de subrayar la importancia y el mérito de «Vivir sin país», el documental que le ha traído a España.

«Es excelente. El título ya lo dice todo», afirma sobre el trabajo del catalán Alberto Martos, de la productora ibicenca Pauxa de Pablo Alcántara.

«Resume a la perfección el pasado y el presente» dice, en alusión y la discriminación y persecución sistemática que han sufrido los rohinyás a lo largo de la historia por parte de la mayoría budista en Birmania, un rompecabezas de pueblos, en su mayor parte emparentados con etnias chinas.

«Es un documental que nos ayuda, a nosotros y a todos. Muestra que el mundo puede ser un lugar mejor», añade.

Precisa: «Nos quita la venda de los ojos». EFE




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