Escribo este artículo el jueves 4 de mayo a mediodía, al mismo tiempo que la milicia del régimen reprime a los estudiantes que han salido a la calle a protestar contra la dictadura chavista. Hace un mes que comenzaron las manifestaciones opositoras, con un saldo trágico de 35 muertos y cientos de heridos, detenidos y torturados por los cuerpos de seguridad. Ayer una tanqueta atropelló con saña a varios manifestantes, mientras el presidente de la república (en minúscula) bailaba vestido de liqui liqui rodeado de sus compinches más cercanos.

Ayer también se entregó, a lo que queda del consejo electoral, una propuesta de constituyente que sería risible por absurda y fuera de ley, pero de la que nadie se ríe porque se sabe que las trampas de esta dictadura empiezan como comedias y siempre terminan en tragedia. Como mínimo, y vista la ancestral falta de escrúpulos de los rojos, la asamblea “originaria” será utilizada para decretar la monarquía, coronar emperador al Kim Jong Un de estas tierras y mandar a los disidentes a colonias de exterminio.

En la calle, son cientos de miles los manifestantes que salen sin armas, con pancartas, con pañuelos mojados en vinagre y alguna que otra máscara antigas, llenos de determinación, hartazgo y ganas de que su país sea un sitio en el que se pueda vivir como la gente.

En la acera de enfrente, cerrándole el camino –un camino al que los ciudadanos tienen todo el derecho-  está la barbarie, las armas, los bombazos, la policía y la GN derrochando rencor y crueldad, comandadas por personajes impresentables, llenos de facturas pendientes con la verdadera justicia. Y detrás de los represores “oficiales” están los mercenarios, los hampones que paga el gobierno con el dinero de todos.

Los que hacen el trabajo más sucio, vestidos de paisano y sobre motos regaladas con dinero público. Los que asesinan y roban por oficio, sea en las marchas de la oposición o en los callejones, cuando la quincena no les alcanza o cuando se les acaba el perico. Los que alguien, con el eufemismo que es marca de fábrica de esta izquierda hipócrita y decadente, bautizó como colectivos.

Según la encuesta Hercon de abril, 90% de la gente piensa que el régimen lo está haciendo mal o muy mal, 76% quiere que el gobierno se vaya este mismo año y 70% no cree que el diálogo sirva para resolver la crisis. Pero los dictadores no le hacen caso a nada ni a nadie que pueda desviarlos de su relación patológica con el poder. Aunque se lleven por delante a un país entero.




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