Cuidémonos de las arremetedoras seguidillas de temores…!

El incremento de la agresividad y la ansiedad en la gente, es un elemento para observación y análisis. Así como la agresividad es necesaria en niveles manejables, para responder eficientemente ante el peligro, así también un grado básico de ansiedad facilita nuestra adaptación y la sobrevivencia, cuando fuertes presiones naturales y sociales nos bombardean con variadas exigencias. Pero, la presencia constante de ansiedad en una persona no siempre beneficia. Puede ser más perjudicial que beneficiosa; y a veces, desastrosa. Cuando una persona responde con frecuencia a través de sentimientos cargados de ansiedad, debe buscar asistencia profesional psiquiátrica o psicológica. Por alguna razón aprendida, se presenta la ansiedad en las personas. Siempre hemos escuchado hablar de la “sabiduría” del organismo humano.  Esto en esencia es verdad; existen bases científicas para soportar esa beneficiosa “sabiduría”.

Pero, ¿cómo es que hablamos de una “sabiduría” física y mental, cuando entramos con tanta frecuencia en estados de ansiedad? A primera vista parece contradictorio. Pero, hay algunos argumentos valiosos, como los de Sarah Edelmann, psicóloga, quien en su libro ‘Cambie su Forma de Pensar’ (University of Sydney, Australia, 2017, Penguin Books), emite opinión, algo radical, sobre la ansiedad. Según Edelmann, la ansiedad genera sentimientos y sensaciones no agradables, pero ha tenido -y tiene- una importante función en la larga historia,  evolución y desarrollo del ser humano. Agrega Edelmann que, a través de la historia humana, hemos conocido que los ansiosos tienen más ventaja competitiva, y mayores recursos, en la lucha por la sobrevivencia, aunque pudiesen fallar en el manejo racional de las situaciones, cuando sean éstas de una mayor complejidad. ¿Cómo explicar esto? Se observa que los más ansiosos llegan a mejores estados de agudeza visual y auditiva, mayor capacidad de vigilancia y de alertas a lo que ocurra, y mejor capacidad de respuesta motriz para el escape o la confrontación, ante las amenazas y peligros reales…

¿Hay alguna razón particular? ¡Sí, la adrenalina! Las dosis extras en el cuerpo sensibilizan las defensas químicas y biológicas, con mayor fortaleza para combatir el dolor y soportarlo. Una persona de bajos niveles de ansiedad puede encontrarse en serias desventajas ante las amenazas externas, porque tiene baja respuesta protectora en momentos extremos del peligro. En este sentido, la ansiedad se parece mucho al estrés. Ambos intervienen como eficientes ayudas en condiciones de peligro a la existencia.

Con esta realidad aclarada, nos queda administrar la ansiedad, para usarla como activadora, pero siempre muy conscientes de sus aspectos negativos; particularmente, el deterioro físico y psicológico (estrés) causado por la ansiedad si este se establece crónicamente en nosotros. Los seres humanos disponemos de razonamiento e inteligencia para saber qué nos ocurrirá, y actuar, en consecuencia. Las situaciones donde entra en actividad la ansiedad se reconocen muy fácilmente por las evidencias sentidas y observadas. Si no logramos lo deseado esperemos y sigamos intentando. En confrontaciones violentas, muchos pueden sobrevivir porque cuentan con el respaldo de su ansiedad… ¡La ansiedad, entonces, está de nuestra parte! ¡Ver para creer!




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