En Adviento, todos están invitados a prepararse a la Navidad. Cada año, es la gracia renovada que le hace Dios a la humanidad: la venida de su Hijo para que sea acogido plenamente en vida.

Una de las cosas que más ayudará a una Navidad vivida en profundidad es la conversión a Cristo y la reconciliación sacramentalmente en este tiempo de Adviento. De modo que la oración «Ven, Señor Jesús» vaya acompañada por la decisión «Voy, Señor Jesús».

En este tiempo de conversión, la meta prioritaria debe ser reafirmar la paz interior. Ésta sólo puede alcanzarse cuando se practica el perdón. Éste es el vehículo para cambiar las percepciones y dejar de lado el temor, los juicios condenatorios y los resentimientos.

Es necesario recordar constantemente que el amor es la única realidad que existe. Todo lo que se ve que no refleja amor es un error de percepción. El perdón, entonces, se convierte en un medio para corregir las percepciones erróneas, pues permite ver sólo el amor en nosotros y en los demás… y nada más.

Mediante el olvido selectivo, la remoción de la lente teñida que sobreimprime el pasado temeroso sobre el presente, se puede comenzar a saber que la verdad del amor está siempre presente y que, al percibir sólo amor, se puede experimentar felicidad.

El perdón se convierte así en un proceso de descartar y de dejar de lado aquellas cosas que se piensa que otras personas habían hecho o lo que se piensa que se le habían hecho a ellas.

Cuando se guardan resentimientos, se permite que la mente se alimente de miedo y convertirse en prisioneros de estas distorsiones. Cuando se percibe el perdón como nuestra única función y se está dispuesto a practicarlo con constancia, dirigiendo a las mentes para que sepan perdonar, hay un sentimiento de alivio y de libertad. El perdón corrige la percepción errónea de que estén separados unos de los otros y permite vivir una sensación de unidad con cada persona.

El perdón, tal como ha sido definido en este escrito, es diferente de la manera en que ha sido condicionado a entenderlo. No significa adoptar una actitud de superioridad y tolerar en otros una conducta que no gusta. Significa «corregir la percepción errónea respecto de que otra persona ha hecho daño a un tercero».

En contraste con la mente que perdona, la que no perdona es confusa y está llena de miedos. Está convencida de la interpretación que impone a sus percepciones de los demás y respecto de los demás. Está persuadida de la justificación de su enojo así como la corrección de sus juicios condenatorios. La mente que no perdona ve rígidamente el pasado y el futuro como iguales y se resiste al cambio. No quiere que el futuro sea diferente al pasado. La que no perdona se ve a sí misma como inocente y a los demás como culpables. Se empeña en el conflicto y en tener razón y considera que la paz interior es su enemiga. Percibe al pasado y al futuro como formando parte de un todo indivisible.

Las personas se benefician enormemente cuando deciden perdonar y lo mismo ocurre con todos a su alrededor. Ya sea que se necesite perdonar a los demás o la intensión de perdonarse a sí mismo; al hacerlo, se libera del pasado y se posibilita cumplir con el verdadero potencial personal. El perdón permite liberarse de las creencias y actitudes limitantes. Estimular las energías mentales y emocionales positivas para poder aplicarlas a la creación de una vida mejor.

El perdón ayuda a alcanzar -incluso- las metas más prácticas e inmediatas. Tal vez se quiera un trabajo mejor, para ganar más dinero, tener mejores relaciones o vivir en un lugar más agradable. El perdón ayuda a lograr todo esto. Si no se ha perdonado, una parte de la energía de vida interior está atrapada en el resentimiento, la ira, el dolor o el sufrimiento de algún tipo. Entonces, esta energía vital atrapada limitará a las personas en su crecimiento personal. Es como si se tratara de montar en bicicleta con los frenos parcialmente puestos todo el tiempo. El andar es más lento, produce un momento de frustración y hace que sea difícil avanzar (incluso, hay casos donde los frenos son aplicados totalmente y la situación generada es peor, pues no habrá avance).

Las decisiones que se conciben y adoptan y las cosas que se crean que son posibles todas serán influenciadas por las maneras en las que no se ha perdonado. A medida que se aprenda a perdonar, la energía que estaba yendo hacia pensamientos y sentimientos tristes consigue liberarse y puede fluir a crear la vida que se desea en lugar de limitarse o crear más sufrimiento.

Si no se quiere aprender a perdonarse a sí mismo para beneficiarse, se debe aprender a perdonar para que se beneficien a otros. A medida que exista este reaprendizaje, se beneficia a todo el mundo que está en contacto personal. Los pensamientos serán más claros y más positivos que antes. Se tiene mucho más para dar y más fácilmente se disfrutará compartiendo lo que se tiene (la vida y todo lo que ella entraña). Las personas se transforman en más espontáneas -verdaderas- y fácilmente más amables, generosas y más solidarias con las demás, sin tener que luchar para lograrlo. Se tiene una actitud más feliz y más positiva con las personas y éstas van a responder más positivamente hacia cada quien.

¿Es una persona que perdona más fácil de estar cerca de otra que una que no perdona? Sí, por supuesto que lo es. Una persona que perdona siempre es mucho más fácil de estar cerca de otros que una que no perdona. La calidad de vida personal depende de la calidad de las relaciones. Cada aspecto de la vida va a cambiar para mejor a medida que se aprenda a perdonar; ya sea en la familia, vida laboral o vida social. Reaprender a perdonar mejorará todas las relaciones inter-personales, debido a que la actitud va a mejorar. A medida que las relaciones mejoren, entonces todos los aspectos de la vida también mejorarán.

Aprender a perdonarse a sí mismo es de vital importancia también. Herirse a sí mismo (autoflagelarse), negándose a perdonarse a sí mismo perjudica también a otros. Si no se perdona a sí mismo, se autocastigara por negarse a sí mismo las cosas buenas de la vida. Cuanto más se niega a sí mismo, cuanto menos se tendrá que dar. Cuanto menos se tiene que dar, menos se puede beneficiar a aquéllos que rodean a quien se perdona. Cuando se deja de limitar lo que se recibe se deja de limitar lo que se puede dar. Todos se benefician cuando se perdona a sí mismo ya que -entonces- se permite mucho más bien en la vida y se tiene mucho más para compartir.

Cuando se perdona; se vuelve un mejor esposo o esposa, un mejor estudiante o profesor, un mejor empleador o empleado y se llega a ser un mejor padre o hijo. Al perdonar se está más abierto para el éxito en la manera que sea significativo para la persona. A medida que se aprenda a perdonar, lo que parecía imposible no sólo se hará posible, sino que se puede -incluso- llegar a ser fácilmente alcanzable.

Si eres una persona religiosa o espiritual, aprender maneras prácticas de perdonar mejorará y profundizará la experiencia de la religión o práctica espiritual. Ayuda a liberarse de la culpa por no ser tan “bueno” como se siente que deberás ser, ya que ayuda a ser el tipo de persona que te gustaría ser. Practicar el perdón fortalece la bondad en el interior para ser más proactivo en la vida cotidiana. Naturalmente, se siente menos inclinado a hacer las cosas que se sabe que no se deben hacer, pero no ha sido capaz de detenerse a sí mismo de hacerlas. Se debe empezar a hacer más de las cosas que se sabe que se deben hacer, pero no se ha sido capaz de conseguirse a sí mismo para hacerlas.

Aprender a perdonar sólo puede ayudarte; no puede hacerte daño.

Algunas de las ideas y conceptos expresados en este escrito fueron extraídas del libro “Un Curso de Milagros”.

 




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