Desde la izquierda, la directora y fundadora de la Agencia Pública de Periodismo Investigativo de Brasil, Natalia Viana; la periodista ecuatoriana residente en Nicaragua, Sabrina Duque; la directora y fundadora de Efecto Cocuyo de Venezuela, Luz Mely Reyes, y el director general de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), Jaime Abello Banfi. (EFE)

Represión por vías legales o mediante el ejercicio de la violencia. Ataques virtuales, espionaje y hostigamento en las redes sociales. Es así como se debilita el trabajo de los informadores en la actualidad, cuando además se cuestiona el rol del periodismo.

«Estamos probablemente en la peor época», afirma Jaime Abello, cofundador y director general de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), creada por el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.

Abello moderó este jueves el debate «Periodismo que resiste», en el Hay Festival de Cartagena de Indias, convertido en su XIV edición en «un espacio para las conversaciones difíciles y el intercambio libre de ideas en sociedades que parecen estar cada vez más polarizadas».

Agobiado por la falta de recursos, expuestas sus insuficiencias y debilitado por la idea de que ya no es el único modo de informar, «el mejor oficio del mundo» se enfrenta al cuestionamiento de su papel histórico.

Y por si esto fuera poco, se ha ido instalando en los últimos años una suerte de «dictadura comunicacional» al amparo del poder que tiene en la mira el ejercicio de un periodismo sin cortapisas, libre y democrático.

«Este es un proceso lento que lleva años», explica Abello y añade: «Después de ser elegidos, los gobernantes empiezan a controlar desde dentro los distintos poderes, y luego caen sobre sobre la oposición, sobre los medios».

Para Luz Mely Reyes, fundadora del diario digital Efecto Cocuyo, «Venezuela no es un país polarizado, sino un país que quiere libertad».

Reyes opina que «el sistema de medios libres se ha ido desmontado paulatinamente frente a los ojos de todos» y que ahora lo que hay es «una dictadura del siglo XXI, que desmantela las libertades desde dentro de un sistema que se disfraza de democracia».

Por ello, hace dos años abandonó una posición equidistante. «Frente a un opresor yo no puedo ser neutral», confiesa esta comunicadora, galadornada en 2014 con el Victory Awards por su contribución al periodismo político de calidad.

Haciéndose eco de la opinión de su colega venezolana, Abello alerta «de la instalación progresiva en el mundo entero de una dictadura comunicacional» asociada al poder que se caracteriza por «un uso intensivo de los medios de comunicación digitales, y la capacidad de las redes sociales de difundir noticias falsas y promover campañas para desacreditar a periodistas».

Es lo que el brasileño Rosental Alves, fundador y director del Centro Knight para el Periodismo en las Américas, describe como «una epidemia digital que fomenta la cólera y la confusión».

En los últimos tres meses, 54 periodistas nicaragüenses se han visto obligados a exiliarse. El acoso y la persecución en contra los informadores han ido ‘in crescendo’ desde que en abril del año pasado estallaron las protestas callejeras, cuenta la ecuatoriana Sabrina Duque, residente en Nicaragua.

En medio de este escenario de hostigamiento, la autora del libro «VolcáNica, crónica de un país en erupción», destaca que todavía se haga periodismo crítico, como el trabajo «Disparaban con precisión, a matar» del reportero Wilfredo Miranda, que esta semana obtuvo el Premio Internacional de Periodismo Rey de España.

Y si durante la dictadura de Anastasio Somoza el periodista Pedro Joaquín Chamorro tuvo que huir del país, ahora es su hijo Carlos Fernando Chamorro quien con el gobierno de Daniel Ortega ha tenido que exiliarse, relata Duque.

Nicaragua y Venezuela «son países gobernados por las banderas de la izquierda, por partidos que han hecho invocaciones como la Revolución del Siglo XXI», explica el director de la FNPI.

Sin embargo, el caso de Brasil es distinto, puntualiza Abello, porque tiene un presidente que se declara nostálgico de la dictadura militar, que entre 1964 y 1985 cercenó la libertad de prensa, reprimió a la oposición y cometió graves violaciones a los derechos humanos.

«En los últimos años en América del Sur se han acostumbrado a pensar que las dictaduras son de izquierdas, y no necesariamente es así», apunta la brasileña Natalia Viana, directora y fundadora de la Agencia Pública de Periodismo Investigativo.

«Los regímenes autoritarios de derechas están empezando a tener apoyo popular». Jair Bolsonaro, en el poder desde el 1 de enero, fue elegido democráticamente, «pero en sus 27 años como diputado -recuerda Viana- siempre se identificó con el ala más radical de la dictadura militar».

Y al igual que en EE.UU. hizo Donald Trump, Bolsonaro ha empleado las redes sociales para desarrollar una campaña política violenta, recurriendo a la divulgación de noticias falsas y al «linchamiento virtual» de críticos, detalla Viana.

Para enfrentar esta realidad, en el periodismo surgen lo que Abello denomina «espacios de resistencia», como el creado por la bloguera cubana Yoani Sánchez, asistente este jueves al debate.

Luz Mely Reyes, Sabrina Duque y Natalia Viana comparten el desafío de hacer periodismo en países con gobiernos que -aunque ideológicamente antagónicos- tienen como «común denominador el interés por acallar las informaciones críticas con sus formas de ejercer el poder».

«Después de llegar a lo peor, ellas están tratando de remontar espacios de libertad», concluye Abello. EFE




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