En la Edad Media existían tres poderes principales en la sociedad: la nobleza, el clero y el pueblo llano. Aunque es cierto que los dos primeros acaparaban el poder y los recursos, cada uno tenía distintas funciones y formas de intervenir en los acontecimientos.

Con el paso del tiempo la situación cambiaría y los tres poderes pasarían a ser el ejecutivo, el legislativo y el judicial pero a partir del siglo XIX un nuevo aspirante entraría en escena y se ganaría su propio hueco en las sociedades de todo el mundo. Se trata del periodismo, el cuarto poder.

El oficio periodístico como tal nace a partir del 1800. En el pasado habían existido muchos y diversos antecedentes que transmitían informaciones importantes a un grueso de la población pero entonces no podría hablarse de periodismo como lo entendemos hoy en día.

Lo más parecido que se tiene antes del siglo XIX son unos folletines con información económica que se popularizaron en grandes puertos como los de Venecia y diversas publicaciones de carácter cultural y literario.

La aplicación de mejoras tecnológicas y sociales permitieron que las publicaciones periódicas fueran más baratas de hacer y que contaran con un público mayor interesado y capacitado (la tasa de analfabetismo se redujo considerablemente en las ciudades del siglo XIX), por lo que el número de periódicos que se vendían se incrementó.

Al haber más demanda de información también había más demanda de periodistas, gente culta y preparada que fuera capaz no solo de escribir sino de dar forma a un texto interesante y atrayente con el que los lectores quedaran satisfechos e informados.

Muchos de los grandes periodistas de la historia nunca estudiaron nada parecido a una carrera de periodismo. Eran hombres y mujeres con un buen nivel educativo y estilo propio que venían del mundo de la literatura, el derecho o incluso las ciencias.

Profesionales que se ganaron el poder llamarse a sí mismos periodistas trabajando e investigando para que la sociedad en la que vivían fuese más libre e independiente, así como consciente de la realidad con lo bueno y lo malo que eso supone.

En esta galería recordamos a algunos de esos hombres y mujeres que se comprometieron con los principios del cuarto poder e hicieron del periodismo lo que es hoy, “el mejor oficio del mundo”.

Víctor Hugo (1802 – 1885)

Autor de Los Miserables y Nuestra Señora de París entre otras grandes obras, Víctor Hugo es el mayor referente del Romanticismo francés. Su prestigio y posición le permitieron estar en primera línea de todo lo que pasaba en la política francesa y este conocimiento de primera mano le permitió dar a sus textos periodísticos una perspectiva muy completa. En ellos, como en sus novelas, se puede apreciar una clara influencia de la posición ideológica del autor y su fuerte compromiso político y social.

Mariano José de Larra (1809 – 1837)

El madrileño fue una de las grandes figuras del periodismo decimonónico en España, marcado por su estilo romántico y por la profunda melancolía de sus textos. Larra destacó con sus críticas culturales a los teatros de la capital y por sus textos costumbristas e intimistas. En los primeros denunciaba las faltas y problemas de España a través de las manías de los españoles y en los segundos volcaba la angustia que sentía y que le llevaría a suicidarse siendo muy joven.

Charles Dickens (1812 – 1870)

El creador de Oliver Twist es un ejemplo perfecto de periodista-escritor del siglo XIX. Sus textos periodísticos, al igual que sus novelas, se centrarían en relatar la dura realidad a la que las clases bajas de Inglaterra tenían que hacer frente cada día. Dickens, que no había tenido una infancia fácil, solía visitar los bajos fondos de Londres y orfanatos con el fin de denunciar su precaria situación y concienciar a la sociedad.

Joseph Pulitzer (1847 – 1911)

Húngaro de nacimiento llegado a Estados Unidos para combatir con los unionistas en la Guerra de Secesión, Pulitzer se convirtió en una de las figuras más destacadas del periodismo de su tiempo y es especialmente célebre su rivalidad con el magnate William Randolph Hearst. Como propietario del New York World, Joseph Pulitzer se valió de tácticas sensacionalistas y de campañas publicitarias en las que pretendía defender los intereses de las clases sociales para disparar las ventas. Dos de sus últimas voluntades fueron la construcción de la Universidad de Periodismo de Columbia y la creación de un premio al buen periodismo, la literatura y la música que llevara su nombre.

Emilia Pardo Bazán (1851 – 1921)

Periodista, ensayista, novelista, poetisa y dramaturga. Emilia Pardo Bazán fue una mujer apasionada por el arte y la cultura que volcó su brillante intelecto a través de todos los formatos y géneros que trabajó. Como periodista, se destacan sus artículos costumbristas y la fuerte defensa que siempre hizo de la cultura, la democracia y sobre todo de la necesidad de alcanzar una igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Sobre este tema, muchos de sus  textos escritos en el siglo XIX conservan su vigor en la actualidad.

Nellie Bly (1864-1922)

Una columna titulada ¿Para qué sirven las mujeres? fue lo que animó a Elizabeth Jane Cochrane a iniciarse en el mundo del periodismo y, ya que estaba ahí, demostrar de lo que era capaz. La periodista estadounidense no solo fue un referente por introducirse en un negocio mayoritariamente masculino como era el periodismo, sino que se convirtió en una de las primeras y mejores periodistas de investigación de la época. Entre sus hazañas está la de haber dado la vuelta al mundo en ocho días menos que lo que tardó Phileas Fogg en la novela de Julio Verne y el haberse infiltrado en un asilo psiquiátrico como paciente para denunciar las terribles condiciones y tratos a los que eran sometidas las mujeres que estaban internadas. También fue corresponsal en Europa durante la Primera Guerra Mundial.

Carmen de Burgos (1867 – 1932)

Considerada la primera periodista profesional española y la primera corresponsal de guerra, Carmen de Burgos fue un icono femenino y un altavoz en la lucha por la igualdad de la mujer y el sufragio femenino. Bajo el pseudónimo de Colombine (y algún otro), Carmen de Burgos trabajaría tanto en España como en Europa y realizaría algunos de los retratos sociales más importantes de la época. Ejerció como corresponsal de guerra en Marruecos tras la derrota del Barranco del Lobo, siguiendo a las tropas españolas en el frente. Conocida simpatizante de la izquierda, el régimen franquista incluyó sus textos en un listado de autores prohibidos tras la guerra civil y su nombre fue olvidado durante años.

John Reed (1887 – 1920)

El periodista estadounidense es célebre por las extensas crónicas que hizo de la Revolución Mexicana (acompañando a las tropas de Pancho Villa) y de la Revolución de Octubre por la cual los bolcheviques se hicieron con el poder en Rusia (véase Diez días que estremecieron al mundo). Aun cuando él era un declarado comunista y ha sido muy criticado a lo largo de los años por dejar que su ideología afecte a sus textos, la crónica que hizo de la convulsa Moscú los días antes, durante y posteriores a la revolución bolchevique sigue siendo considerada uno de los mejores y más completos testimonios que se conocen.
Leer el reportaje completo: muyhistoria.es



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