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Cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela hace casi 20 años, el populismo de izquierda defendió que tenía que salvar la democracia. Pero en cambio, ha dado lugar a la implosión de la democracia en el país, marcado la semana pasada por un ataque a la independencia de su Legislatura.

El destino de Venezuela es una advertencia: El populismo es un camino que, en sus inicios, se puede ver y sentir democrático. Sin embargo, siguió a su conclusión lógica, que puede conducir a un retroceso democrático o incluso el autoritarismo absoluto.

El populismo no siempre termina en el autoritarismo. El colapso de Venezuela ha sido ayudado por otros factores, como la caída de los precios del petróleo.

El país está sintiendo las tensiones fundamentales entre el populismo y la democracia. Pero si bien los países deben elegir el sistema a seguir, la elección rara vez se hace conscientemente, y sus consecuencias pueden no estar claras, hasta que es demasiado tarde.

ROMPIENDO EL VIEJO ORDEN

La ola de ira populista que Chávez entró en las elecciones de 1998, y fue impulsada por las quejas sobre el estado de la democracia en Venezuela.

Cuando Chávez llegó a la presidencia, el Poder Judicial era disfuncional y corrupto. Un informe de Human Rights Watch encontró que la máxima corte administrativa de Venezuela “en realidad se había establecido comisiones establecidas en la resolución de diferentes tipos de casos.”

Menos del 1 por ciento de la población tenía confianza en el Poder Judicial. Como resultado, hubo un amplio apoyo para la primera ronda de Chávez de las reformas judiciales en 1999, lo que aumentó la independencia y la integridad judicial, según una encuesta de ese año por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Sin embargo, cuando el Tribunal Supremo se negó a permitir la persecución penal de los cuatro generales que Chávez creía que habían participado en un intento de golpe en su contra, él vino a ver el Poder Judicial como un obstáculo a la voluntad popular y cómplice de las élites corruptas que había prometido para oponerse.

Las tensiones crecieron en 2004, cuando el Tribunal Supremo dictaminó que una petición para un referendo para revocar a Chávez de su cargo tenía las firmas suficientes para seguir adelante.

Chávez dio a sí mismo la autoridad para suspender a los jueces hostiles y para llenar los tribunales con otros nuevos, destruyendo el poder del Poder Judicial para actuar como un control sobre su presidencia.

En palabras de Chávez, esto significaba un Poder Judicial que era más sensible a la voluntad y las necesidades de las personas.

Lee la nota completa en The New York Times.




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