Defiendo la Constitución, no porque sea perfecta ni porque se esté cumpliendo, sino porque me parece que es un marco, de los pocos existentes, para el indispensable encuentro plural entre nosotros los venezolanos. Así que ajusto a sus reglas mi actuación como ciudadano que es lo que soy porque no represento ni aspiro representar más que a mí mismo, así como exijo al poder que lo haga que la cumpla y la haga cumplir como han jurado sus detentadores.

Defiendo el modelo de Estado allí pautado. Un Estado de Derecho con poder público dividido por sus funciones en órganos separados y por definirse federal y descentralizado, distribuido en la República, los estados y los municipios. Si esa fórmula funcionara cabalmente, lo cual no está ocurriendo como debería, serviría para que los ciudadanos de este país, el pueblo venezolano, tenga oportunidad para ejercer sus derechos y cumplir sus deberes para vivir y progresar en paz y en libertad.

Defiendo el voto, porque es el principal medio de participación que como ciudadano la Constitución me reconoce. Voto para elegir, para revocar, para aprobar o abrogar leyes. Sé que el voto está debilitado y desprestigiado, pero no me resigno a perderlo porque soy de esos demócratas tercos que creen que la libertad se puede –y debe- colar por cualquier rendija que le den. Votar, aún en un sistema muy viciado. Opinar, aún en contexto cada vez más estrecho y censurado. Protestar pacíficamente, aunque uno sienta que no te hacen caso. Y actuar en cada escenario posible, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Que los valores que defiendo tomen cuerpo de realidad viviente, requiere de hechos concretos. Unos deben ser actos del poder, cuya actual disfuncionalidad está haciendo mucho daño a Venezuela. Empezando por medidas liberalizadoras en derechos humanos, climas político, económico y social que no se ven. Y también porque quienes se nos presentan como alternativa a los que mandan, nos den señales más claras de responsabilidad que fundamenten su credibilidad.

Aspiro a un cambio completo. En una elección presidencial y parlamentaria en toda regla. Libre, limpia, justa, efectivamente competitiva. A que los poderes públicos funcionen para lo que dice la Constitución y como ella pauta. A que los mandatarios regionales y locales legítimamente electos sean respetados en sus competencias. Que la economía sea productiva y solidaria, para lo que necesita ser libre. Que la educación, del preescolar a la universidad puede educar con calidad y pertinencia.

Creo que para lograr eso harán falta entendimientos básicos y difíciles de alcanzar. Su vía es el diálogo y la negociación genuina. Hoy se ven lejanas y como el voto, desprestigiadas. Pero no me conformo con esperar a que “algo pase”, porque “tiene que pasar”. Pues temo que como en Coplas del Amor Viajero, “…en un eterno esperar, se me pasará la vida”.

Así que por lo pronto ¿Qué puedo hacer? Votaré.

¿Por qué votaré? Porque creo en todo eso y porque siento que como ciudadano no puedo quedarme de brazos cruzados esperando que otros hagan ¿Para qué votaré? Para dar pasos que pueden ser pequeños pero también pueden convertirse en grandes según las circunstancias. Y así contribuir a que ese cambio necesario y lejano, se vaya acercando.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.