"La ley, la democracia, el amor… nada tiene más peso sobre nuestras vidas que el tiempo"
Winston Churchill
El tiempo que pasa es constructor y constructivo, a pesar de y, algunas veces - gracias a la entropía (término acuñado por Martín Gadner) - cuando indicaba que el tiempo, en sus manifestaciones de pérdida, se representa como "el desorden desorganizado y desorganizante de la entropía"... El desorden no es sinónimo de caos, sino de reorganización e incremento de la complejidad de los sistemas. Como señala Ilya Prigogine en El nacimiento del tiempo, los desarrollos de la termodinámica nos proponen un universo en el que el tiempo no es ilusión ni disipación, sino creación.
De esa reflexión, así como me lo permito yo, ahora, en este momento, le tomo algo muy suyo -¿Será verdad?- como lo es su tiempo, pues le estoy tomando parte de su vida, y éste es un elemento imposible de ahorrar, de almacenar, en fin, tan sólo nos queda una cosa por hacer: Utilizarlo de la mejor manera, y de ser posible, gastarlo con alegría, no, no pretendo ser irónico con algo tan serio... Sostienen los entendidos de la ciencia política que el tiempo es el elemento que nos indica el grado de disenso y de conflicto de una sociedad determinada y su posible acrecimiento o su disolución.
La relación entre tiempo y política es importante porque permite comprender las dinámicas de los regímenes políticos.
Nuestro tiempo, éste, que en buena parte nosotros no decidimos, es abrumador, y ninguno de nosotros lo pone en duda. Vemos tan distante el 10 de enero de 2025 pues son 25 años de errores, disparates e inocultable ruindad que se hace tan difícil el continuar transitando este tiempo tan duro, por decir lo menos.
¿Acaso no son agobiantes la maldad y las tropelías mostradas por el régimen a partir del 28 de julio?
Más, siempre hay que hacer. Para librarse de algo, casi siempre recurrimos a la expresión "Se tiene que hacer algo mejor", sin caer en el escapismo, la innecesaria osadía y menos en la dispersión mental.
Ahora bien, si realmente nos convencemos que realmente hay algo mejor que hacer, podríamos descubrir un país distinto: el de la profundización de la credibilidad en el liderazgo de María Corina y la perseverancia y templanza de nuestro presidente electo, Edmundo González Urrutia; y el de la permanente exigencia en los resultados reflejados en las actas.
¿Que no tenemos tiempo, espacio ni decisión?
Si bien es necesaria la prudencia y la cautela ante este régimen de corte totalitario, se evidencia más que desconfianza, mucha cautela y prudencia ciudadana y política.
Es necesario recordar que muchas veces a los demócratas no les falta entereza moral, ni honestidad, sino firmeza y verticalidad para enfrentar al diablo, tal como calificaba Václav Havel al totalitarismo. El más grande error que se puede cometer con estos regímenes es menospreciarlos, desestimar la gravedad de sus amenazas, pretender entender sus comportamientos bajo un raciocinio netamente cívico e inquebrantable, que ha quedado demostrado en el histórico proceso electoral del 28 de julio de 2024.
Se ha dicho que no existe nada más importante en la vida de un ser humano en momentos de dificultad que la capacidad de mantener la calma generada por la esperanza. Al respecto, permítanme apoyarme en F. Savater cuando expresa que elegir la política es el paso personal que cada cual debe dar, desde su aparente pequeñez que no renuncia a buscar compañeros para obtener lo mejor de lo posible frente a las fatalidades supuestamente irremediables. Así las cosas, este no es el momento de escuchar congojas ni de lamentarse, es el tiempo de hacer, y de hacer lo mejor.
A esto es a lo que hay que dedicarse, allí está el reto que, ineludiblemente hay que asumir. En esta dirección debemos invertir nuestro tiempo. Se trata de una carrera contra reloj, a pesar de que el tiempo esté loco, y nos enloquezca.