Foto Angerl Chacon

Al aumento clásico por temporada alta en los pasajes de autobús se ha sumado este año en Venezuela el incremento derivado de la situación de hiperinflación que vive el país desde hace meses, una subida de precios que suma una dificultad más a una Navidad que no está siendo nada fácil.

Largas colas de quienes intentan obtener un pasaje y subirse a un autobús para recibir el 2018 fuera de Caracas colman los terminales de transporte terrestre con la esperanza de poder viajar al interior del país.

Sin embargo, no todos pueden costear el viaje de fin de año.

Con una inflación que cerrará 2017 por encima del 2.000 %, según cálculos del Parlamento, de mayoría opositora, los precios de los pasajes de autobús, como del resto de las empresas de transporte, no se han escapado de los aumentos y la escasez de repuestos y su alto coste tampoco lo han puesto fácil.

El portavoz de la Asamblea Socialista de Transporte, Félix Jaramillo, aseguró recientemente que el 20 % de las unidades de transporte se encuentran fuera de servicio por la falta de repuestos y que el 65 % de la flota de autobuses tiene más de 15 años de servicio.

La falta de repuestos y, por ende, el alto precio de los pocos disponibles, viene motivada por los pocos dólares que el Gobierno ha entregado en los últimos meses a sectores no prioritarios para la importación o a productos que no sean alimenticios o médicos.

En Venezuela la entrega de dólares está controlada por el Gobierno desde 2003, y en los últimos tres años se ha producido una drástica reducción de su venta.

La Bandera es el terminal principal de autobuses de Caracas y por estas fechas solía tener una actividad frenética de gente entrando y saliendo, yendo y viniendo desde todas las partes del país.

Los taxistas y mototaxistas que trabajan desde hace años a las puertas de la estación no recuerdan tan poco movimiento y tanta «tristeza».

«Miren las caras de la gente», dice uno de ellos. Se niega a dar su nombre, como muchos de los consultados, porque, dice, «nunca se sabe quién puede estar escuchando y luego te pueden joder».

Entre el griterío de la gente viene bajando una mujer cargada de bultos, asegura que viene de la ciudad oriental de Maturín y que va camino de Maracaibo, la capital del estado de Zulia y una ciudad situada en la punta occidental del país.

Señala que le costó «bastante conseguir los pasajes» para Caracas en Maturín, que consiguió a 180 mil bolívares (54 dólares al cambio oficial), y que los que ha encontrado para salir para Maracaibo están entre 350 mil (105 dólares) y 450 mil bolívares (135 dólares). También se niega a dar su nombre.

Trabajadores del terminal informan de que el pasaje para Maracaibo cuesta 200 mil bolívares con el aumento por la temporada alta.

El salario mínimo en Venezuela es de poco más de 177 mil bolívares (53 dólares).

Sentada en el terminal junto a parte de su familia, Thaimar Hurtado, que sí facilita su nombre, quiere llegar a Barquisimeto (centro-oeste) para reunirse con otros parientes con quien pasará el año nuevo.

Ella, su pareja y sus tres hijos quisieron comprar los pasajes al precio establecido de 48.000 bolívares (14 dólares), pero dice que finalmente se los vendieron casi al doble, por 95.000 bolívares.

Señala que los cinco llegaron a las 05.00 de la mañana al terminal y que, aunque les vendieron el pasaje, el autobús no ha llegado, por lo que partirá después de las 14.00 (18.00 GMT).

Reclama además que el mismo pasaje, para salir más rápido, «los tipos lo están vendiendo a 180 mil a 200 mil, a lo que le den la gana de cobrar».

«Lo cobran tan caro porque hacen lo que les da la gana, y si el gobierno no hace nada imagínate», afirma.




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