Nos ubicamos en la Venezuela de la actualidad: ¡Año pandémico de 2020! Preguntémonos, entonces: ¿Qué es una nación, qué es un hogar? ¡Son palabras que resuenan hermosas, porque, en realidad lo son! ¿Pero, es Venezuela, hoy, una nación y hogar que florece, que fenece, o que espera? Cuando nos planteamos estos conceptos -nación, hogar-, y le agregamos la condición de espera, entramos en preocupación, y ponemos en juicio cualquier connotación.

¡No hablamos de una “media nación”, ni de un “medio hogar”, y menos aún una medio espera, porque estas expresiones, como “residuos” de concepciones filosóficas, políticas, sociales y económicas, entre otras, no tienen cabida ni soporte superficial en el presente análisis! … Comencemos en lo que nos trae acá, en este día.

¡En primer lugar, un hogar es sitio de límites claros y aceptados, estables y sólidos, de relaciones tranquilas y armoniosas con sus vecinos! Necesitamos un lugar donde vivir en paz. Hoy eso no está claro para muchos venezolanos. Recordamos haber sido una comunidad social, una organización política de ciudadanos, con órganos de gobierno propio, y probados.

Con luchas difíciles, ganamos un territorio y fronteras; una comunidad soberana, que aglutina vínculos históricos, culturales, religiosos, económicos, y de otra índole. Venezuela debe ser todo esto, y lo que señale su vigente Constitución. Ese hogar, Venezuela, ha sido un “sentimiento histórico”, una cultura privada, ciudadana, personal, exclusiva, única e irrepetible como nacionalidad. ¡En su lugar, más que como ente regulador, con dificultades, martirios, y agotados compromisos, Venezuela ha sufrido uno de los deterioros nacionales más graves de su historia colonial y republicana!…

Luchar constantemente contra las pérdidas es algo agotador para un pueblo, por más grande, fuerte y respetable que haya sido. ¡Venezuela sabe mucho de desgracias, y le es difícil separar el recuerdo del dolor! Duele recordar, pero más aterrador es olvidar. ¡Y qué fácil es rendirse al odio, a la rabia y al depravado deseo de venganza!

Es difícil ver los estragos causados a nuestra nación, y afrontar con dolor el recuerdo vivo de lo que ella ha sido desde sus convulsionados inicios republicanos. Y qué fácil es ver ciudadanos ansiosos, rendidos por el odio, la rabia, las afrentas y provocaciones, con erráticos deseos de venganza, en un hogar-nación en vías de destrucción acelerada.

¡Luchar contra el sentimiento de pérdida de una nación es una faena agotadora y entrampada! Afrontar las miserias bajo la consigna de que “no hay vuelta atrás”, … es algo doloroso. ¡La pena duele, pero jamás aísla a quienes luchan por la dignidad! No podemos seguir alimentando ilusiones, ni embarcados en experimentos ya fracasados. El tamaño de las penas nos hace más realistas. ¡Desconfiemos de la exhibición de vacuo orgullo, frenemos el nacionalismo populista y arrogante!

Nos vemos orientados en cada distancia, en la lejanía de sólidos hogares; como hijos de bien definidas naciones. Somos, en esta hora exigente de nuestra historia, los arruinados damnificados que buscamos ser nación libre, en nuestra propia tierra.

Sabemos cuál es la nación deseada: Un Estado que no gobierne basado en impulsos, ni en trampas, ni en triquiñuelas; en nada que implique misericordia o miedos. Una nación hogar de vida segura y en paz, no colonizado por fanáticos de visión mesiánica o nacionalista; ni que hablen, arrogantes, en nombre de principios superiores a la condición humana. Una nación igualitaria, sin agresividad, sin corrupción ni codicia. Una nación preocupada por las personas que habiten sus ciudades y pueblos, por igual: ¡Tolerantes de todas las formas del ser! Es posible que esa sea, finalmente, la inmediata realidad…

Los venezolanos queremos una nación-hogar donde podamos vivir en paz, en una paz natural, auténtica. Con torpes negociaciones y malabarismos políticos, de tiempos de espera asfixiantes, se han consumido los “pueblos baratos”, que la historia se ha encargado de recordarnos… En tono alto, nos lo repitió el prócer uruguayo José Gervasio Artigas: ¡Con Libertad, ni ofendo ni temo!

Hernani Zambrano Giménez

hernaniz@yahoo.com




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