Ahora resulta que 32% de la población venezolana está a favor de la dictadura, según la encuesta más reciente de Ratio UCAB, y solo 30% está a favor de la oposición. El resto, un sólido 37%, no comulga con uno ni otro bando: los que antes llamaban ni-ni y ahora uno no encuentra ni cómo ponerles un nombre.

¿Es posible que la destrucción del país haya llegado a tal punto de no retorno que un tercio de la gente esté a favor del peor, el más destructivo gobierno que ha habido en la historia del país? ¿Tiene sentido que 37% no se identifique con el régimen pero tampoco con la oposición, sea cuál sea su color, orientación política o trayectoria? ¿Y que este tercio le otorgue igual calificación a la tiranía chavista y a los que, con sus errores y excepciones, han tratado de regresar a un país decente y a una democracia vivible? ¿Es que se puede meter en el mismo saco a Cabello, Valera, los Rodríguez o Maduro que a Requesens, María Corina Machado, Antonio Ledezma, Smolanski o Leopoldo López? ¿No hay un espectro político suficientemente amplio en la oposición? ¿Qué pasó en Venezuela en las últimas semanas? ¿La gente se acostumbró tanto a la miseria que ahora bendice cualquier limosna que le llegue? ¿Se conforman con una comidita al día y un poquito de agua y luz cada semana?

El liderazgo opositor ha metido la pata, hasta lo hondo, en muchas oportunidades. Pero de ahí a voltear la tortilla y decantarse a favor del gobierno o a favor de nadie hay una distancia muy grande. En enero de 2017 el apoyo a la dictadura estaba en 16%, y de esa fecha hasta hoy lo que se ha visto es más escasez, más destrucción, menos libertades y más represión. No hay ninguna razón sensata para que el respaldo al régimen se haya duplicado en los últimos 19 meses, pero así es.

Al final, el pueblo ingenuo y desinformado que eligió a Hugo Chávez está respondiendo a la perversa estrategia de la dictadura. Las mentiras, la propaganda, el barullo alrededor de unas medidas económicas que no son sino humo y polvo y el anti imperialismo de taguara que forma parte de la identidad nacional han empezado a tener efecto. La ingeniería social a la cubana está funcionando. La realidad no existe. La culpa de los males del país la tiene el Imperio. El 69% está satisfecho con los aumentos de salario, aunque al día siguiente ese salario no le alcance para comerse una empanada.

Para un tercio de la población, la debacle nacional no importa. La delincuencia mata gente pero la vida es así, precaria, escasa, sufrida. Mañana de repente llegan los CLAP y se puede comer alguito. Pasado mañana ya se verá. El gobierno hace lo que puede pero tiene las manos atadas, con las sanciones y todo eso. Dios proveerá.

Con cifras como las de esta encuesta uno se atreve a afirmar que el chavismo en Venezuela era –siempre fue- inevitable.




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