Gradualmente, en el tensionar del día a día, vamos sufriendo el resquemor, la hostilidad, y aun la enemistad de algunas personas que no ocultan abiertamente sus malas intenciones hacia nosotros; están dispuestos a ir más allá o más acá, y proceden a amargarnos la existencia, porque la ansiedad y el estrés los embargan y embrutecen. A veces la causa tensional pudo haber sido un desgraciado incidente, que en su momento creímos insignificante. En otras situaciones, no sabemos las razones de recibir malos tratos, ni somos conscientes de haber participado en eventos que molestaran a otros. Pero son cosas que ocurren, y la situación está abierta, hiriente, con miras a extenderse peligrosamente. El hecho es que las relaciones cambiaron. Ahora, nos topamos con ellos a cada rato, los conseguimos en el trabajo, en el cercano círculo de amistades, en el vecindario, y en el momento incómodo de coincidir al entrar de sopetón en un ascensor vacío. Los más osados, molestosos y manifiestos, son aquellos que, sigilosamente, a nuestras espaldas, a voces, dejan ver su alegría cuando las cosas no nos van bien. Los más viscerales gozarían conque nos lleve un huracán categoría 5. Los más extremistas pueden hasta tomarse un día libre para celebrarlo escandalosamente…

Decía Víctor Hugo, el francés, en palabras más o menos parecidas, que “’amigo’ es un vocablo formal, superficial -una especie de comodín social-, que a veces está casi vacío de sentido. ‘Enemigo’, en cambio, es una palabra que nunca deja de afectarnos, aun cuando no hayamos hecho nada malo, en absoluto”. Habernos ganado algún enemigo alguna vez en la vida, aunque pareciese extraño, no debe ser motivo de júbilo ni de crearnos un alto prestigio social. En sociedades tan dinámicas y polivalentes como las actuales, quienes repitan que no tienen enemigos, lo hacen porque no dicen la verdad. Pertenecen al grupo de quienes dicen que jamás mienten. Pero, esas mismas sociedades son justicieras y representativas con sus ciudadanos; finalmente, enjuician a las personas masivamente, tanto por ser enemigos como por ser amigos. En esas sociedades funciona muy bien el criterio de: “¡Dime con quién andas, y te diré quién eres!”

¿Qué de interesante o beneficioso puede significar que tengamos una cohorte de seres hostiles, pendencieros y dispuestos a confrontarnos por cualquier cosa? ¿O, por el contrario, unos fieles, sumisos e incondicionales seguidores que callarían ante todas las bravuconadas o abusos que mostrásemos con cada paso que diéramos? Quien nos quiere mal (o sea, que no nos quiere) es el mejor espejo que tenemos para mirarnos, puesto que con la imagen que nos devuelve, es quien más nos obliga a tomar conciencia de nuestros actos. Esa imagen devuelta hacia nosotros es generalmente la más veraz y realista, porque no está contaminada con la ofuscación y la ceguera amatoria de quien nos ama (recordemos que “amigo” deriva del verbo latino ‘amare’). ¡Complicidad y corrupción de por medio! Pero, sin mala intención… ¿Verdad, amigos?




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.