Debo confesar y con mucha tristeza, que la impresión que percibo de esta Venezuela es la de un país “resignado” , donde la mayoría de la gente demuestra una “sumisa conformidad” con la situacion del país. Y cuando hablo de “resignación” o de “sumisa conformidad” no me refiero tanto al cuadro presente, por otra parte poco menos que deprimente y donde, después de casi veinte años de castro-chavismo, las encuestas relativas al índice de pobreza, desempleo, aumento de la corrupción, falta de seguridad, criminalidad, inflación, aumento del costo de la vida, carencia de asistencia sanitaria, entre otras, son sencillamente dramáticas, sino  me refiero a esa pasividad y a esa falta de determinación.

Venezuela, víctima de una ideología anacrónica y oscurantista, está viviendo una situación dramática porque, gracias a la política económica impuesta por este gobierno, se ha paralizado el aparato productivo…y esas cosas hay que decirlas!. Y eso porque hay momentos en la vida en los cuales callarse se convierte en una culpa y hablar en una obligación, en un deber cívico, en un desafío moral, en un imperativo al cual una persona responsable no puede ni debe sustraerse. Y ese momento histórico que vive Venezuela es uno de ellos! Despues de la unidad de la oposición, unidad que permitió la victoria y con mayoría calificada (7.726.066 – 5.622.844) en las elecciones parlamentarias, la MUD se ha desintegrado, gracias también a las tensiones y a los roces internos habilmente creados por el regimen madurista y permitidos por una oposición sin sentido de pertenencia. Y esa debilidad de la oposición que no pudo ni supo defender las conquistas obtenidas, fue determinante al extremo que no supo escoger a un Presidente de la Asamblea con el suficiente guáramo como para imponerse frente a los abusos de un gobierno que no ha respetado la soberanía del pueblo.

Desde hace veinte años, a raíz de una resignación sin límites, en este país se está produciendo un deterioro lento e irreversibile, deterioro que este gobierno ha tratado de encubrir con un exceso de beneficencia y con un  bombardeo ficticio de falsas informaciones.

El peligro estriba  en que, a fuerza de verlo todo terminemos  por soportarlo todo, que a  fuerza de soportarlo todo terminemos por tolerarlo todo y que a fuerza de tolerarlo todo, corramos el riesgo de aprobarlo todo, en un renunciatario y pasivo comportamiento de apatía y de resignación, que es la antítesis de la “esperanza”!

Yo creo entonces que hay que despertarse y tratar de salir de ese letargo mental en el cual, por una serie de motivos atávicos, estamos tristemente sumergidos.

Desde Italia 

 




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