Todo comenzó en diciembre de 1998 cuando el pueblo venezolano, frente al desprestigio de los partidos políticos tradicionales que durante cuarenta años habían monopolizado el poder en Venezuela, eligió con mayoría absoluta, a pesar de una abstención superior al 60%, al Tn. Coronel Hugo Chávez Frías como presidente.
La situacion del país era sumamente grave y Venezuela estaba en pleno proceso de descomposición. Una corrupción incontrolable – por supuesto nada que ver con la que hay ahora y a todos los niveles – los hospitales completamente ineficaces y desprovistos de los más elementales insumos, una inflación de casi 10% – ahora estamos sobre el 2000 % – la delincuencia, los robos, la falta de seguridad se habían convertido en dueños del país.
Frente a ese cuadro poco menos que dramático, surge desde abajo la candidatura de un hombre como Chávez, pujante, ambicioso, autoritario, ávido de poder, ex golpista y con un carisma que le permitió conquistar la simpatía (y el voto) de un electorado decepcionado pero con la esperanza de haber finalmente encontrado a un ductor capaz de levantar el país de ese abismo en el cual la burocracia de una partitocracia corrupta lo había hundido.
Chávez fue una opción que se apoyó en ese malestar general que inevitablemente había debilitado un sistema democrático ciertamente con muchos errores pero seguramente perfectible lanzando un mensaje pseudo revolucionario, manipulando rencores, envidia, ambiciones de poder, deseos de venganza, dividiendo dramáticamente el país y permitiendo que una parte preponderante de esta Venezuela pseudo-revolucionaria fuera víctima de una ideología anacrónica y oscurantista.
Se puso de manifiesto su espíritu golpista, en realidad nunca adormecido, comenzó a hablar de “revolución”, se enajenó a todos los sectores importantes y productivos del país, se fue enemistando a todos los medios de comunicación, a esos mismos medios que durante la campaña electoral lo habían apoyado, los agredió, los insultó, los clausuró! Sin embargo fue tanta la ilusión de ese pobre pueblo maltrecho y vulgarmente utilizado solamente para alcanzar el poder que a la mayoría de la gente no le importó el pasado golpista ni esa agresividad, esa egolatría y esa violencia que había ostentado en los comicios, considerando todo como una prerrogativa de una campaña electoral.
Desde esos momentos han pasado casi veinte años, ha muerto Chávez entregando el poder a su delfín designado Nicolás Maduro y, a pesar de los millardos de dólares que han entrado, el régimen está viviendo su triste agonía, por lo visto inconsciente de que la agonía no es solamente la última etapa de la vida, sino la primera e irreversible fase de la muerte. Yo creo que, con mucha honestidad, todo el mundo pero sobre todo los que por interés, porque víctimas de un profundo lavado cerebral o por falta de hombría por no aceptar haberse equivocado, lo siguen apoyando, tienen que reconocer que la Venezuela de hoy otra cosa no es que el dramático resultado de una gestion política-económica sencillamente desastrosa y en la vida pública, al igual que en nuestra vida cotidiana, por más que uno busque a quien echarle la culpa, “quién siembra vientos cosecha tempestades”.
Y así, gracias a eso y a muchas cosas más, estamos viviendo los años más dramáticos de nuestra historia pero, como decía Andrés Eloy Blanco, pasarán y llegará el tiempo triunfante en el cual se impondrá la justicia y la libertad!
Desde Italia