En 1999, año aciago en que comenzó la plaga que todavía azota Venezuela, el país producía 3,5 millones de barriles diarios de petróleo. Hoy, luego de casi dos décadas de ensañamiento oficial contra la que fue una empresa modelo –sobre todo si se toman estándares de petroleras estatales- la producción escasamente llega a 1,7 millones.

Lo único que ha subido desde que el chavismo tomó el control de la industria petrolera es la nómina (triplicada hasta llegar a 150 mil personas), los accidentes, la deuda (de 5 mil millones de dólares en 1999 a 50 mil millones al día de hoy), los guisos y los huecos en las cuentas. Las “mayores reservas de petróleo del mundo” siguen enterradas en el subsuelo sin que haya perspectivas de sacarlas, y ahí se quedarán por los siglos de los siglos si los rojos siguen en el gobierno. No hay una cifra cierta de los barriles que se exportan y no se cobran, pero, a ojo de buen cubero, entre un tercio y 50% de las ventas al exterior se destinan a enriquecer a los cubanos y pagarle el fiado a los chinos.

Las historias que llegan desde las entrañas de PDVSA son terroríficas: equipos abandonados, taladros arrumados sin repuestos, corrupción a todos los niveles, deudas impagables con las empresas de servicios, decenas de miles de reposeros y, un poco más reciente, quejas y protestas porque los sueldos no alcanzan para un pollo y dos kilos de yuca. El poco personal competente que trata de hacer su trabajo anda buscando emigrar a donde la paga permita llevar una vida normal y los malandros no monten trácalas en la oficina de al lado.

Acabar con una empresa petrolera del tamaño y complejidad de PDVSA no es fácil ni se logra en poco tiempo; pero es que 19 años no son conchas de ajo. El torpedeo a la meritocracia comenzó desde el día 1 de la gestión chavista, exaltado por la marginalidad de los gobernantes y por el resentimiento hacia una clase profesional que consideraban sifrina y reaccionaria, aunque generara riqueza suficiente para mantener al resto del país.

Contra quienes piensen que la destrucción de la petrolera venezolana es cosa reciente, baste recordar el mes de agosto de 1999, cuando Chávez nombró presidente a un perfecto advenedizo y ordenó una razzia para forzar la salida de más de 300 gerentes y directores que habían echado los dientes en el negocio. Luego de un paréntesis accidental -octubre de 2000 a febrero de 2002- llegó el 11 de abril, el paro petrolero y la historia de tierra arrasada que continúa hoy. El chavismo, enfermo de poder, no podía permitir la excelencia porque iba contra su ADN. La “revolución” no soporta el éxito, porque lo de ellos es destruir civilización para construir ranchos. Es lo que han hecho en todos estos años.




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