Con sueldos de hambre, sobrecarga de horarios, desprecio oficial, acusaciones de sabotaje, poca capacidad de transportarse a las aulas y precaria infraestructura se desarrolla la maltratada profesión docente en Venezuela.
Así lo señala el rector de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), Raúl López Sayago, en entrevista para Tal Cual, quien dice que desde 2016 se ha venido notando una “disminución preocupante de 40%” en la matrícula de inscritos en las carreras docentes.
“Después de tener más de 100 mil estudiantes de pregrado, sin tomar en consideración a nuestros estudiantes de postgrado, pasamos a tener alrededor de 65 mil. En tiempos pasados, el maestro y el profesor universitario tenían un sueldo aceptable, no era el mejor del mundo, pero les permitía cubrir sus necesidades básicas, tener bienes y servicios y acceder a actividades recreativas, además de seguridad social. El Instituto de Previsión funcionaba perfectamente. Pero eso se acabó”.
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El rector de la UPEL afirma que “los docentes venezolanos son los peor pagados del mundo”. Recuerda que, cuando comenzó su propia carrera, alrededor de 1979, el salario era de unos mil 150 dólares al cambio. Hoy no llega a siete dólares al mes.
Caos en los núcleos, capacidad de movilización escasa
La UPEL es la única de estas instituciones con presencia nacional núcleos repartidos por todo el territorio. López Sayago refiere entonces que la matrícula ha caído principalmente en las capitales. En Maturín, no ha habido recursos para pagar vigilancia y la delincuencia ha desmantelado el núcleo, lo que ha hecho mermar la matrícula desde 8 mil a apenas mil 600 inscritos en dos décadas.
Una realidad que no escapa a otras ciudades. “Los pedagógicos de Caracas, Maracay y Barquisimeto también han disminuido la matrícula”, apunta el rector.
Además, la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) que realiza cada año la Universidad Católica Andrés Bello registró que 190 mil alumnos abandonaron el sistema educativo entre 2021 y 2022.
Enfatiza en que “abandonan la universidad los profesores y los estudiantes porque observan que la infraestructura física está en pésimas condiciones producto de que llevamos cinco o seis años sin que nos asignen recursos para ocuparnos de la planta física; no tienen cómo trasladarse a sus centros de trabajo o estudio, su pensamiento está enfocado en cómo mantener con dignidad a su familia. Y si a eso le sumamos que no hay ningún tipo de seguridad social, el asunto se convierte en algo dramático. Hay que decirlo: en este momento la educación en el país funciona de milagro”.
