Hoy vuelvo a mi casa de siempre El Carabobeño, lo cual me llena de regocijo. A pesar de las dificultades, esta “escuela de periodistas” se mantiene fuerte como un monolito y no cede en su afán por defender el sistema de libertades propio de la democracia. En este sentido, también regreso con muchas preocupaciones y desde esta tribuna, esperamos contribuir en el fomento del pensamiento reflexivo, en especial, de los miles de jóvenes que se forman en las aulas universitarias, ahora bajo la virtualidad.

En estos tiempos caracterizados por la postverdad, informaciones falseadas producidas en laboratorios para perjudicar instituciones y personas, se deben emprender acciones para reforzar los principios éticos en una sociedad polarizada política y socialmente, en donde el entendimiento del otro a veces resulta difícil. Internet materializó la utopía del “todo emisores”, como lo advirtió el comunicólogo Antonio Pasquali, lo que ha provocado que una cantidad de basura incuantificable circule en medios digitales. Lo alarmante del caso, es que muchos de estos contenidos son “diseñados” por periodistas formados, lo que obliga a preguntarnos y replantearnos a quienes tenemos la responsabilidad de formar en escuelas de Comunicación Social, cómo lo estamos haciendo y qué deberíamos cambiar.

La reflexión me lleva a una frase del emperador romano Marco Aurelio, apodado “el sabio” por su evidente intelecto: “los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padécelos”. Y esa educación debe volver a los textos, a las reflexiones teóricas tan necesarias actualmente. Es indispensable estar en sintonía con las nuevas tecnologías de comunicación e información, pero sin una formación ética y teórica sólida, estaremos formando cascarones vacíos, tan peligrosos como la pandemia.

Las redes sociales tienen un gran alcance y debemos usarla con absoluta responsabilidad. Lo que difundimos debe pasar por filtros internos en donde prevalezca la verdad, la sensatez y en el caso de los periodistas, cumplir con el rol de servidores públicos. Además, se hace necesario educar a las audiencias sobre qué cuentas y sitios web visitar para información confiable, así, luchamos contra cloacas digitales que con sus publicaciones demuestran que les mutilaron el cerebro.

Recordemos que la ética está vinculada al deber. Uno de los filósofos más grandiosos de todos los tiempos, Immanuel Kant (1724-1804), recordaba que los actos realizados por deber, tienen valor moral y la razón nos lleva a actuar se esa manera. Las buenas personas y los buenos periodistas deben actuar de acuerdo al deber, por buena voluntad y, esta es buena sin restricción. La buena voluntad para Kant, es la única virtud incondicionalmente buena.

Actuemos con buena voluntad, reforcemos estas discusiones con nuestros estudiantes y de a poco ordenaremos el caos que representa el mundo contemporáneo. Este debe ser parte de nuestro compromiso hoy, mañana y siempre.

 

 

 

 




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