Este domingo decidí reencontrarme con el voto tras casi seis años sin ejercer este derecho. Una larga estancia fuera del país aunado al sinsabor de los últimos comicios legislativos, me alejaron de las urnas por un buen tiempo. Pero este domingo fue diferente. Sentí la necesidad de opinar a través del sufragio, reflexioné el asunto con algunas amistades y aunque las opciones no llenaron mis expectativas y la desconfianza en el órgano electoral persiste, acudí con buen ánimo a expresarme, convencido de que, a pesar de la complicada situación venezolana, mientras salgamos masivamente a votar, quienes nos gobiernan no la tendrán tan fácil.

Quizá peque de ingenuo. La desesperanza ha hecho que muchos pierdan esa imagen de una Venezuela que se levanta entre las cenizas, destruida y saqueada por gente indolente. La penumbra crece cuando observamos a un gran porcentaje de dirigentes opositores que no ayudan en lo absoluto, que juega a la fragmentación y en algunos casos se venden al gobierno, como ciertamente ocurrió con diputados de la Asamblea Nacional electa en 2015, que brincaron descaradamente la talanquera, entre ellos algunos de Carabobo que aún andan por ahí pescando en rio revuelto.

Sin embargo, desde mi perspectiva el voto sigue siendo de los recursos con los que cuenta el ciudadano de a pie para desahogarse. El sufragio sigue siendo el arma para disputar escenarios democráticos y en contextos como el venezolano, la abstención no es una opción, aunque ciertos sectores siguen apostando a ella con sendas campañas propagandísticas, alegando que al régimen no se le saca con elecciones. Esta postura ha sido la responsable de entregar a la revolución importantes escenarios de lucha, desde donde a pesar de la asfixia presupuestaria y la persecución política, se pueden visibilizar batallas e ir trabajando con las comunidades en esa cruzada que implica la reconstrucción y reunificación del país.

Es probable que mi decisión no marque mayor diferencia en los resultados. Pero seguro estoy, que este reencuentro sumó a mi compromiso con Venezuela, familia, mis estudiantes y en especial, con el sistema democrático, el único, que, a pesar de sus propias imperfecciones, sigue ofreciendo ciertas garantías al ser humano, aunque en este país muchas de ellas se irrespeten constantemente. Seguro estoy que mucha gente como yo, acudió a los centros y se expresó conscientede la desconfianza hacia los poderes del Estado. También estoy seguro que, sufragando masivamente se presionan tiranías y cualquier intención de cambiar voluntades sería un laboratorio sumamente peligroso.

Bajo esta dinámica iremos venciendo el flagelo de la abstención a pesar de la fuerte campaña que ha logrado calar, sobretodo en las clases medias. En esta oportunidad, la oposición presentó candidatos y precisamente, el principal rival fue su propia gente, la que considera que elecciones en contextos como el nuestro, es hacerle juego al gobierno. En lo particular, creo que el juego se les hace más fácil si decidimos no participar. Confiemos que en próximas convocatorias sean miles los que se reencuentren con el voto y comencemos a experimentar transformaciones radicales en Venezuela. ¿Una utopía? Quizá. En nosotros está seguir aportando desde nuestros escenarios para visibilizar la lucha e impulsar ese despertar que tanta falta nos hace.




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