Darío persigue la felicidad. La busca fuera de Venezuela, primero en Perú y ahora en Estados Unidos. El es parte de los seis millones 800 mil venezolanos que, según la Organización de Naciones Unidas, están fuera del país.
No ha sido fácil. El cambió la comodidad de su casa por una habitación ocupada por ratones, cambió la redacción de noticias por el arroz con leche que vendía junto a su mamá en Perú.
"Preferí veneco antes que licenciado, cambié el bolívar por el sol, la arepa por el tamal, la calidez de los venezolanos por la extraña frialdad de algunos peruanos".
Pero sabe que no siempre será así. "Esa etapa de mi vida era apenas una tuerca en un largo engranaje en mi vida de éxitos y fracasos". Tiene fe, tiene ganas de trabajar y de seguir buscando la felicidad. Aunque no le gusta la palabra crisis, sabe que si no hubiese estado al asecho, él no habría experimentado las vivencias, difíciles y hermosas, que ha tenido a lo largo de este tiempo alejado de su país.
La vida de Dario se ha llenado de cifras a las que no estaba acostumbrado en Venezuela. Aquí fue el corresponsal de El Carabobeño en los municipios Guacara, Mariara y San Joaquín. Allá es uno de los miles de venezolanos que han atravesado el río Grande en busca de un sueño.
Hoy está en Estados Unidos. Tras un breve paso por Perú, donde incluso escribió un libro que tituló Quién mató a Lola Boleros, ahora se desempeña como parte del personal de un hotel y un resort.
Arreglar camas, limpiar vidrios, asear habitaciones es parte de su actividad, la cual desempeña con la certeza de que es parte del camino a recorrer en pos de un futuro lleno de éxitos. "La mejor parte de mi trabajo es la vista y lo próximo que estoy de la playa, una de las mejores de Florida".
Es parte de un sacrificio que paga con buena actitud y un crédito de mucha fe.
"Así yo sigo luchando, combatiendo, mi crisis".