campaña presidencial en Brasil
Un grupo de personas duerme en la calle en Río de Janeiro. Foto: EFE

Las campañas para las presidenciales del domingo en Brasil tienen en la mira el retorno del hambre, que afecta a 33 millones de personas en un país donde muchos de los electores más pobres sienten que permanecen invisibles año a año pese a los cambios de Gobierno.

Ajenos a la batalla que se vive entre el presidente Jair Bolsonaro y el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva en la recta final de las elecciones, los más necesitados continúan en su lucha diaria para conseguir su sustento.

Tal es el caso de la recolectora de basura Vera Lúcia Lemos, quien vive con sus hijas en un rancho improvisado de madera y cemento junto a un vertedero ilegal en Jardin Gramacho, ubicado en una zona deprimida del área metropolitana de Río de Janeiro, donde el polvo de sus calles se convierte en un inmenso lodazal cuando llueve.

campaña presidencial en Brasil
Las campañas para las presidenciales del domingo en Brasil tienen en la mira el retorno del hambre, que afecta a 33 millones de personas. Foto: EFE

«Estamos olvidados, no tenemos a nadie que pelee por nosotros, aquí cada quien está por su cuenta», dijo Lemos a EFE.

Robo de infancia

Desde los 10 años, esta robusta mujer negra recicla basura, oficio que aprendió de su madre, quien, a su vez, tuvo que aprenderlo a los 13.

Una herencia obligada que les robó la infancia y que Lemos no quiere para sus hijas, a quienes resguarda bajo los 30 metros cuadrados que conforman su hogar.

Con mirada desafiante y la amargura tatuada en el rostro, ella asegura que las cosas están difíciles en la actualidad.

«Lo primero en lo que pienso es en la necesidad de mis hijas (…). Todo está muy complicado (…). Todos estamos pasando por lo mismo y esperando a ver qué ayuda nos dan», aseguró.

Una renta que no alcanza

Además del salario que recibe semanalmente por su trabajo (250 reales o unos 48 dólares), la recicladora se ayuda con el subsidio de 600 reales (116 dólares) que recibe del Gobierno. «Pero ni eso alcanza», dice.

A veces, Lemos recibe comida, ropa y otras donaciones que llegan a la comunidad mediante la organización Somos, un movimiento social que comenzó dando comida y suplementos a gente de la calle en el centro de Río durante la pandemia, pero que cada vez encuentra más difícil hacer efectiva su colaboración por la falta de aportes.

Un hombre duerme frente a su refugio en una calle el en Río de Janeiro. Foto: EFE

Parte de la culpa recae en la inflación, que en mayo pasado se ubicó en su tasa más alta en 18 años (12,13%), empujada por los efectos de la pandemia y la guerra en Ucrania, encareciendo la vida en Brasil y, aunque ha menguado, los costos siguen elevados.

En el gigante suramericano, donde habitan unos 213 millones de personas, la tercera parte de su población vive en condiciones de pobreza y más de 33 millones pasan hambre, según estudios independientes divulgados recientemente en el país.

El voto del hambre

Ante este panorama, los dos principales candidatos al primer cargo del país han reforzado sus discursos sobre el combate a la pobreza para sumar votos a pocos días de los comicios del 2 de octubre.

Lula (2003-2010), gran favorito en las encuestas, culpa del hambre a «la falta de Gobierno» de Bolsonaro y recuerda que 30 millones de brasileños salieron de la pobreza con sus políticas sociales.

El líder ultraderechista dice que fue la corrupción impulsada por el exsindicalista la que desencadenó la pobreza que se vive en Brasil, pero destaca que en su mandato se aumentaron los subsidios para los más necesitados, entre otras medidas económicas.

El pasado agosto, el Gobierno de Bolsonaro aumentó un 50% los subsidios a los más pobres, en una acción que causó polémica porque está prohibida en año electoral y que, para ponerla en práctica, hizo necesaria una enmienda a la Constitución.

Las ayudas no alcanzan a todos los necesitados

Sin embargo, una porción significativa de familias cuyos ingresos mensuales son menores a 497 reales (97 dólares) per cápita, no fueron contempladas con el beneficio que solo reciben las que están en extrema pobreza.

Según el Centro de Estudios Sociales de la Fundación Getulio Vargas, 63 millones de brasileños sobreviven con esa renta y son considerados pobres. Otros 33 millones viven en extrema pobreza, con ingresos de 105 reales (20,5 dólares) al mes per cápita.

«A eso se suma la reducción del presupuesto otorgado por el Gobierno federal para políticas de combate del hambre en Brasil», explicó a Efe Rosana Salles, investigadora de la Red Penssan, que divulgó a mediados de septiembre los resultados de un estudio sobre inseguridad alimentaria en el país.

Brasil, que consiguió salir del mapa del hambre de la ONU en 2014, volvió a ser incluido en 2018 tras regresar a los niveles registrados en 1990.




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