Vladímir Putin

Primero fue Grecia y ahora le ha tocado el turno a Austria. Rusia se ha peleado en los últimos meses con dos de sus principales aliados en la Unión Europea (UE) debido a los escándalos de espionaje.

El guion fue muy similar en ambos casos. Denuncia de espionaje, aplazamiento de las visitas de los ministros de Exteriores y convocatoria del embajador por parte de la Cancillería rusa para expresarle su protesta formal.

Pero el caso de Austria es especialmente sangrante para Moscú, ya que Viena preside actualmente la UE, por lo que el agravamiento de las relaciones ya no sería sólo una cuestión bilateral, sino algo que podría implicar a toda la Unión.

El Kremlin apostó fuerte en los últimos meses por fortalecer las relaciones con Austria, tanto desde el punto de vista político como económico y energético.

En su primer viaje al exterior desde su reelección, el presidente ruso, Vladímir Putin, realizó en junio una visita de trabajo al país alpino en la que pidió una normalización de las relaciones con la UE y el fin de las sanciones.

En una demostración de que la luna de miel rusoaustriaca no era pasajera, Putin asistió a mediados de agosto pasado a la boda de la ministra de Exteriores, Karin Kneissl, invitación que desató no pocas críticas dentro y fuera de Austria.

Hace solo un mes el canciller austríaco, Sebastian Kurz, viajó a Moscú para «reducir tensiones» entre el Kremlin y Occidente, en lo que era su segunda visita a Rusia en los últimos nueve meses.

«Necesitamos unas buenas relaciones con Rusia», proclamó entonces.

A diferencia de muchos socios europeos, Austria no expulsó a diplomáticos rusos tras el envenenamiento en Reino Unido del antiguo espía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia.

No obstante, todos esos esfuerzos se vieron frustrados por la denuncia de Kurz el viernes de que un coronel del Ejército austríaco había trabajado para los servicios de inteligencia rusos durante los últimos 20 años.

Dicho militar se habría reunido cada dos semanas con su contacto ruso, un tal Yuri, para entregarle información clasificada por la que habría recibido 300.000 euros.

«Eso significa que estamos ante un caso de espionaje», dijo Kurz.

La Fiscalía del país centroeuropeo ya ha empezado a investigar el escándalo desde todos los puntos de vista, incluido la revelación de secretos de Estado, delito que se castiga con diez años de cárcel, según informó su portavoz a medios rusos.

Por de pronto, Kneissl ha cancelado su visita a Moscú, prevista para el 2 y 3 de diciembre, y Viena advirtió que en caso de que se confirme el caso de espionaje las relaciones se verían inevitablemente afectadas.

«Los pasos dados por Viena, que se cimentan en sospechas que no van acompañadas de prueba alguna, ya han causado un deterioro de unas relaciones que en los últimos tiempos se caracterizaban por una dinámica positiva», replicó la Cancillería rusa en un comunicado.

El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, calificó ayer el caso de «sorpresa muy desagradable» y ya hoy en conversación telefónica con Kneissl consideró «inadmisible» lanzar acusaciones «sin pruebas», en vez de resolver dicho incidente en privado.

Como ocurriera con Grecia, los políticos y expertos rusos ven una mano negra estadounidense que intenta meter cizaña entre Moscú y Bruselas, más aún cuando Viena ha reconocido que la denuncia se basó en información proporcionada por un país aliado.

«Todo este escándalo se ha ido de las manos…La ‘espionajemanía’ ha secuestrado a Europa y todo esto ocurre no sin el apoyo del llamado Occidente Lejano», aseguró Leonid Slutski, jefe del comité de Asuntos Internacionales de la Duma o cámara de diputados, en clara alusión a EE.UU.

El objetivo, arguyó, es «enfrentar» a Rusia con la UE, «en particular con Viena,…especialmente teniendo en cuenta que ostenta la Presidencia de la Unión» desde el 1 de julio.

Con todo, Slutski opina que no todo está perdido y que la cancelación de la visita de Kneissl no significa un empeoramiento de las relaciones bilaterales, «al menos por ahora».

«Kneissl es uno de los pocos políticos europeos que es consciente de la necesidad de dialogar con Rusia. Está siendo sometida a una presión sin precedentes», apuntó.

En el caso de Grecia, Lavrov también canceló su visita después de que Atenas expulsara en julio a dos diplomáticos rusos y prohibiera la entrada a otros dos por espionaje, tras lo que el Gobierno heleno invitó a EE.UU. a desplegar más tropas en su territorio.

No obstante, poco después los ministros de Defensa de ambos países se reunieron y no hay planes de cancelación de la visita a Rusia en diciembre del primer ministro griego, Alexis Tsipras




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