Sacerdote muere por coronavirus: ¡Nos vemos en el Paraíso! ¡Recen el Rosario!

Cirillo Longo, era el nombre del sacerdote italiano, que murió el pasado el 19 de marzo.
Murió el día de san José, patrono de los sacerdotes, diciendo: “No tengan miedo, porque estamos todos en manos de Dios”.

Poco antes de partir de este mundo, levantó las manos al cielo en exultación, como si hubiese marcado un gol, se lee en el portal Aleita.org.

Un gesto de valor y de aliento a los demás; una lección de vida que siempre repetía en el Centro Don Orione de Bérgamo, la ciudad más afectada en Italia por esta pandemia: “El hombre tiene dos manos porque, mientras una trabaja, la otra sirve para desgranar las cuentas del rosario”.

Infectado por el coronavirus, el padre Cirillo Longo pasó sus últimas horas animando a los profesionales que le atendían.

Y fue elevó a los cielos, precisamente el día de san José, el 19 de marzo, un día después de cumplir 95 años de edad.

Su mensaje continua resonando en el corazón de quienes le conocieron. En sus últimos días, era él quien consolaba a los que debían consolarle a él, y decía al equipo del hospital:

“No tengan miedo, porque estamos todos en manos de Dios”.

Entre sufrimientos y milagros

El Padre Cirillo nació en Saletto, Padua, el 18 de marzo de 1925. Tenía 78 años de profesión religiosa y 67 de sacerdocio.

Pertenecía a la provincia religiosa “Madre de la Divina Providencia”, de los padres orionitas. Entró en la congregación el 23 de octubre de 1937, en Tortona, norte de Italia, de manos del mismo Luigi Orione, el santo fundador de la congregación.

El casi centenario sacerdote fue testigo de los milagros del fundador cuando, en plena Segunda Guerra Mundial, en los momentos desesperados de hambre y de miedo, una oración recitada con fe ardiente y con el amor filial de todos los seminaristas era suficiente para recibir una ayuda inesperada, enviada del cielo, por medio de los soldados.

El calvario final de Cirillo comenzó el 12 de marzo. Los ocho días siguientes estuvieron llenos de oración y sufrimiento, físico, pero sobre todo por no poder comunicarse con los amigos ni responder a los mensajes enviados de todos los continentes: sacerdotes, religiosas, familiares y muchas personas sencillas, familias, niños, jóvenes, colaboradores de las muchas estructuras que él fundó y dirigió.

En la noche del 17 de marzo, en una rápida llamada telefónica, dijo a un conocido:

“Nos vemos en el Paraíso… Recen el rosario… Manden un abrazo para todos”.

En otra llamada, el mismo día de su muerte, volvió a decir:

“Recen mucho; vienen tiempos difíciles; recen el rosario”.

Con información de Aleitia.org




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