“Elegir la política es el paso personal que cada cual debe dar, desde su aparente pequeñez que no renuncia a buscar compañeros, para obtener lo mejor de lo posible frente a las fatalidades supuestamente irremediables…». Fernando Savater

Es cierto que un gran número de ciudadanos, con sobradas y válidas razones, toma la acción de ingresar a esa lamentable diáspora; otros se hacen los desentendidos, unos cuantos son los aquiescentes, y por supuesto, enchufados hay a granel; pero hay otros, no tantos pero si suficientes, que se niegan a tirar la toalla, que no permiten que el derrotismo les atrape, que no pierden las esperanzas, que se oponen y se opondrán rotundamente a que les confisquen el porvenir; que no le dan espacio al paralizante fatalismo; que elevan su voz con graves y sentidas denuncias, que gritan su iracundia en la tierra para que tal clamor llegue al cielo, y así esa voz, ese grito, se una a tantas voces llenas de indignación pero también cargadas de esperanza y de aliento.

Sostienen los entendidos de la ciencia política que el tiempo es el elemento que nos indica el grado de disenso y de conflicto de una sociedad determinada y su posible acrecimiento o su disolución. La relación entre tiempo y política es importante porque permite comprender las dinámicas de los regímenes políticos. La política no es un oficio en el que la ingenuidad o la falsa viveza generen resultados positivos. La política es una lucha continua entre el ser y el deber ser.

Nuestro tiempo, éste, que en buena parte nosotros no decidimos, es abrumador, y ninguno de nosotros lo pone en duda. Una vez más el porvenir parece mostrar caminos más tortuosos para alcanzarle, y lo hace con postergaciones que en no pocas ocasiones se mimetizan en un envoltorio muy complicado de abrir; y es entonces cuando se nos presenta un horizonte bastante difuso, del cual solo emana un sentimiento de impotencia.

Más, siempre hay que hacer. Para librarse de algo, casi siempre recurrimos a la expresión «Se tiene que hacer algo mejor», sin caer en el escapismo ni en la dispersión mental. Ahora bien, si realmente nos convencemos que realmente hay algo mejor que hacer, descubriremos un país distinto: el de la profundización de la acción y el de la exigencia en los resultados.

¿Qué no tenemos espacio ni decisión?

Ahora son muchos los ciudadanos comprometidos en poner su mayor esfuerzo en participar en la movilización y la organización, en el activismo y cuanto sea necesario para consolidar esa fuerza impregnada de rebeldía, perseverancia y fe, que habrá de derrotar la vileza del sometimiento socio- económico, la dominación militar; la imparable corrupción y la imposición ideológica, que con tanta determinación -o maldad- pretende atornillar este régimen.

El momentum político señala que estos son tiempos propicios para encontrar la debida transformación de desesperanza en indignación ciudadana. Nadie dice que sea fácil sobreponerse al desaliento, pero hay que intentarlo cada vez con mayor firmeza, coraje y obstinación, sin desmayar. Cada quien debe intentarlo a su manera, según sus posibilidades. La solución a esa ineludible pregunta – ¿salir de esto o salir de aquí? – se encuentra en aquellos «imprescindibles» de quienes nos hablara Bertolt Brecht… La solución somos nosotros mismos. Todos y cada uno.

Para concluir tomamos la invitación que con justa razón, cursa Leonardo Padrón: “La lección ante nuestros errores acumulados ha sido amarga. Pero es hora de responder. De apostar duro. De vivir cada día como construcción. De devolverle a esta tierra de gracia todo lo que nos ha dado, empezando por el derecho a existir y crecer en su aire, en su luz.”

Manuel Barreto Hernaiz




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