Más sanciones para el régimen venezolano. Ahora es la Unión Europea la que impone restricciones financieras y de viaje a varios personajes del chavismo (incluyendo, por cierto, al Presidente del TSJ, quien debió regresar a toda prisa de su periplo en el viejo continente nomás revelarse la noticia). El mundo se le pone difícil a la corte que gobierna el país, pero ese mismo hecho los obliga –por mera supervivencia- a hincar los talones y aferrarse a un poder que no les corresponde y que nunca debieron haber tenido. Adelantan las elecciones presidenciales para huir hacia adelante, como es su costumbre, esperando que en el camino salgan unos candidatos opositores (de hecho, ya han salido varios) que se presten a seguir la farsa y participen en el carnaval que ya fue decretado por el aspirante oficialista a la reelección. Mientras tanto, el terruño se pudre por los cuatro costados con 80 muertes violentas todos los días, hambre, enfermedades y penas de muerte dictadas por gorilas y justificadas por los mandamases.

Internamente, la sociedad no parece tener energías para plantarle cara a una monarquía tropical que pretende quedarse con el reinado hasta que el sol se apague. El liderazgo de la oposición, con las honorables excepciones por todos conocidas, ha caído en demasiadas trampas y ha desperdiciado un capital político que hace apenas dos años parecía gigantesco. La gente dejó de mirar hacia arriba para esperar la señal de la dirigencia política, y ahora solo busca atrapar una bolsa Clap, una lata de lo que sea o un juguetico de goma. El país le pertenece a los peores: una buena parte de los mejores ha emigrado y la inmensa mayoría de los que quedan apenas tiene tiempo para rebuscarse la vida.

En un escenario donde el país extravió la capacidad de gobernarse, las sanciones externas pueden tener algún efecto. Como los golpes al cuerpo en una pelea de boxeo, que no noquean pero debilitan al contrario y, en algún momento, lo llevan a bajar la guardia o a cansarse. A cometer errores. A buscar aire y a descuidar flancos por donde puedan entrar el gancho a la quijada o el recto de derecha. Sin embargo, el impacto de congelar cuentas y negar visas no se siente de un día para otro. En el mejor de los casos, tomará unos meses y más sanciones para que los implicados se señalen entre ellos y dejen espacio libre. Pero, sea cual fuera la debilidad que provoque el castigo desde más allá de las fronteras, no pasará nada si no hay un boxeador rival en el ring, con buena pegada y sentido de la oportunidad. Que no se equivoque cuando llegue el momento de la verdad.




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