Foto EFE
Ser médico latinoamericano en Francia en plena pandemia es un trabajo tan intenso como lleno de obstáculos: aunque sus esfuerzos en la primera ola se vieron reconocidos por el Gobierno francés, que agilizará la concesión de la nacionalidad, sus condiciones laborales siguen siendo muy precarias.

Hasta que no logran convalidar sus títulos y especializaciones, deben trabajar en lo más bajo de la escala, con peores salarios y horarios, incluso si están dirigiendo a jóvenes con poca experiencia.

La decisión gubernamental de agilizar la concesión de la nacionalidad a los trabajadores extranjeros del sector sanitario reducirá de cinco a dos años la exigencia de residencia legal en Francia.

Es una buena noticia para esta comunidad de profesionales, de la que no hay cifras oficiales, ya que sin la nacionalidad francesa no es posible acceder a un puesto fijo en la administración pública gala.

«El proceso para conseguirla es muy largo. Desde que comienza la presentación de documentación hasta que se obtiene respuesta pueden pasar entre 12 o 18 meses», explica a Efe Eliana Londoño, colombiana de 34 años.

EL PROBLEMA DE CONVALIDAR EL TÍTULO

Londoño se graduó en Medicina en 2014 en Colombia y llegó a Francia en 2016 después de trabajar como generalista en su país natal; sin embargo, en Francia no puede optar a un puesto fijo hasta que su título universitario sea convalidado.

Como interna, solo tiene derecho a un contrato de seis meses. Después, hay que buscar otra especialidad, cambiar de área o hacer un nuevo contrato. En su caso, vivió tanto la primera ola como la segunda como interna en Cardiología en un hospital de París.

En esta segunda ola no contaban con más recursos pero sí con más experiencia. «Sabemos a qué nos enfrentamos», afirma.

Otra médico colombiana, Martha Delgado, de 30 años, agradece el reconocimiento del Ejecutivo francés pero considera que «no es suficiente ya que no ayuda al proceso de convalidación del título, que es lo que se necesita para mejorar las condiciones laborales».

Delgado se graduó en diciembre de 2015 en Colombia y trabajó allí como generalista. En mayo de 2017 llegó a París y consiguió trabajo en noviembre de 2018. Estuvo un año como interna de Psiquiatría, en la primera ola de la covid-19 trabajó en Pediatría y en esta segunda está en Cardiología.

Los sanitarios de fuera de la Unión Europea (UE) sin título convalidado trabajan como internos bajo el título FFI («Faisant Fonction d’Interne», equivalente a un interno).

Pero el sueldo de un FFI es de 16.895 euros brutos anuales, menor que el de sus homólogos franceses e incluso por debajo del Salario Mínimo Interprofesional del país, según datos del sindicato médico ISNAR-IMG.

Hasta ahora, la única manera de convalidar un título de fuera de la UE era pasar un examen que incluye temas médicos y asuntos administrativos de la sanidad francesa. Cada profesional tiene solo cuatro oportunidades en su vida para realizar esta prueba.

Gracias a una nueva medida de octubre pasado, los profesionales que hayan ejercido durante dos años seguidos en hospitales franceses desde 2015 podrán convalidar su título sin examen.

PERO HAY CASOS DE ÉXITO

Entre todas estas dificultades, un caso de éxito es el del peruano Enrique Casalino, que llegó a Francia por primera vez con 25 años en 1985 con una beca de estudios, regresó en 1989 durante el pico del sida y se especializó en enfermedades infecciosas y cuidados intensivos.

Actualmente es profesor en la Universidad de París y jefe de un departamento médico bautizado por él como «Invictus», que engloba siete especialidades en siete hospitales de París con 2.200 trabajadores.

«Durante años fui el símbolo de que un médico extranjero podía obtener la equivalencia y un puesto en el hospital y ser nombrado profesor, que es el puesto jerárquico más alto en la universidad», rememora.

«Convalidar el título siempre ha sido difícil», reconoce pese a todo Casalino, para quien el ritmo de trabajo impuesto por la pandemia solo es un nuevo obstáculo. Antes de la crisis, el personal sanitario ya se quejaba de una falta de reconocimiento.

Durante años, él vio cómo los únicos que hacían guardias y doblaban jornadas en el hospital eran sanitarios de fuera de la UE, ya que era la única manera de optar a un sueldo que permitiese una vida digna.

Casalino pudo trabajar mientras preparaba el examen de convalidación, lo aprobó a la primera y tardó seis años en tener la equivalencia. Pese al largo proceso, se muestra muy satisfecho: «Como médico es muy enriquecedor ver otras realidades. Salir a otros países siempre es un acierto»




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