bostezo (foto referencial)

Son todavía motivo de controversia y especulación entre los científicos. Son los bostezos. Sobre los cuales hay dichos populares que resuelven esta incertidumbre de forma clara y contundente: si bostezas quiere decir que tienes hambre, sueño o aburrimiento. Pero científicamente, lo único que se ha podido demostrar de forma consensuada es su naturaleza contagiosa en humanos, algunos primates no humanos, y posiblemente en perros.

Pero, el enigma que siempre se plantea: ¿Por qué se contagian los bostezos?

Bostezar es una respuesta ubicua y se presenta de forma regular en diferentes estados fisiológicos y contextos sociales, aunque solo lo hace de manera excesiva cuando está asociada a enfermedades neurológicas. Los bostezos contagiados, tanto conspicuos como los otros, son aquellos que se inician de forma involuntaria e inmediata al ver o escuchar a alguien bostezar. Pero incluso el pensar o leer sobre ello es suficiente para hacernos sentir la necesidad imperiosa de bostezar. No hay ninguna duda, es un evento documentado: ¡nos han contagiado el bostezo!

La respuesta más lógica tras el contagio involuntario de un bostezo, lo más probable en este momento lo comience a experimentar. Quizás porque tiene alguna función bastante relevante, evolutiva o filogenética preservada, que nos favorece hasta el punto de que otros miembros de nuestra especie la copien de forma involuntaria, a modo de respuesta adaptativa.

Pongamos por caso, si bostezamos porque estamos aburridos, o más bien poco despiertos, el aumento instantáneo de oxígeno que la acción implica nos retorna al estado de alerta que hasta ahora nos falta, y copiarlo puede ser bueno también para los congéneres que nos rodean. Pero las evidencias experimentales parecen refutar esta hipótesis.

No obstante, la asociación de los bostezos con la alternancia de los estados de vigilia y sueño, la respiración, la sexualidad y la nutrición hace que no se les considere con un propósito único, sino como una respuesta multifuncional en muchas especies, lo que les convertiría en una buena acción a imitar si se da el caso.

Otros investigadores observan que los bostezos sean capaces de contrarrestar aumentos transitorios de la temperatura cerebral y corporal, razón suficiente para preservarlos evolutivamente entre los homeotermos y condicionar su naturaleza contagiosa. Pero, entre todas, la explicación más conciliadora sobre el origen de los bostezos y por qué se contagian se basa en la hipótesis que considera que el bostezo tiene una función social y comunicativa, donde los valores sociales responden a necesidades fisiológicas.

Una 60% de los humanos sanos no pueden evitar bostezar de forma imperiosa cuando observan bostezar a sus congéneres. Probablemente ni siquiera vislumbraron que su irrefrenable acción se interpreta científicamente como una expresión primitiva de pensamiento social, aquello que hoy comúnmente llamamos empatía: una habilidad para conseguir conductas motoras y emocionales en resonancia con los otros muy aferrada a la propia evolución de los homínidos, y que explicaría de la forma más sencilla el fenómeno del contagio de los bostezos.

Más entre familiares

Se conoce que la proximidad social que establecemos los humanos entre nosotros modela la distribución del contagio de los bostezos, de manera que son más contagiosos entre dos individuos vinculados que entre dos que tengan menos vínculos.

En noviembre de 2012, investigadores del Departamento de Biología Evolutiva y Funcional de la Universidad de Parma y el Museo de Historia Natural de Pisa demostraron también en los bonobos la capacidad para responder a los bostezos de sus semejantes

Aunque el bostezo espontáneo era más frecuente en situaciones de reposo o relajación que cuando había situaciones con tensión social, el contagio de bostezos era totalmente independiente de este contexto social. Es decir, la probabilidad de bostezar después de observar bostezos no estaba relacionada con la propensión a bostezar espontáneamente. Estudiando otros factores que pueden condicionar el contagio de los bostezos, los investigadores observaron que el nivel de contagio estaba aumentando en sujetos con una fuerte vinculación y cuando era una hembra quien inducía el bostezo. Estos resultados ponen de manifiesto, una vez más, la importancia de los vínculos sociales y la empatía modelando el contagio del bostezo, como también el hecho de que las hembras adultas, que en la sociedad de bonobos son el núcleo en las relaciones y la toma de decisiones, jugaban un papel clave afectando el estado emocional de los otros.

El hecho cada vez más claro, a nivel neuropsicológico, de que el contagio de bostezos esté relacionado con la empatía resulta encantador. Solo nos queda comprender del todo los complejos mecanismos neurales que hay tras el contagio de los bostezos.




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