Foto Referencial

Eran las 8:30 a.m. y la buseta de la ruta Big Low- Montalbán cubría su recorrido en un domingo de elecciones. Los pasajeros en su mayoría se dirigían a los Valles Altos de Carabobo para ejercer el derecho al voto cuándo un anuncio rompió la calma del viaje: nadie se mueva, esto es un atraco.

Cinco sujetos se levantaron de sus asientos, dos de ellos con revolver en mano y el resto con navajas. Así comenzó una travesía que se prolongó por largos minutos, quizá más en lo emocional que en lo cronometral.

El grupo de antisociales secuestró la unidad colectiva. Dos de ellos, quiénes se encontraban en la parte delantera, obligaron al chófer a cambiar el trayecto. Las entrañas de Tocuyito pasaron a ser el destino improvisado, aún desconocido para las víctimas. El resto de malhechores se paseaba por el pasillo en busca de las pertenencias.

Al pasar por el cementerio Jardines del Recuerdo un muchacho no mayor de 25 años se persignó, probablemente en un acto de súplica de protección a algún ser querido cuyos restos allí descansan. Son las pequeñas historias que se recrean en un momento donde la vida se reduce a incertidumbre.

Teléfonos, carteras, bolsos, dinero en efectivo, documentos personales. Todo quedó en manos de los delincuentes. Había algunos niños tan pequeños que la tensión del suceso ni los afectó, aunque un padre que cargaba a su hijo en los brazos no aguantó las lágrimas, abrazaba al infante como quien se aferra a su oxígeno para vivir.

«En el sitio donde vamos a dejarlos los vamos a revisar bien a todos, así que el que tenga algo escondido es mejor que lo saque de una vez si no quiere plomo seguro » amenazó uno de los malandros. Un joven sentado cabizbajo en el estribo de la puerta trasera se venció ante los nervios y sacó su teléfono de algún lugar de su pantalón , pero las señas negativas de las personas que estaban a su lado, entre los que se encontraba el colector le hizo rebobinar y volvió a guardarlo en el mismo lugar, ahora más inseguro que segundos antes.

Los cinco ladrones se bajaron en algún sitio recóndito del municipio Libertador. No hubo revisión exhaustiva, tampoco mayor gesto de violencia que el verbal, pero sí un susto generalizado en un día donde ni el Plan República intimida al hampa común.

Al llegar a Bejuma un señor le preguntó de forma irónica a una mujer «¿cuándo vienes de nuevo a votar para acá?» ella solo sonrió, pero otro hombre que escuchó la interrogante respondió: las veces que sean necesarias hasta que mi país no pase más por hechos como este.




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