Las cicatrices y marcas de las cadenas han desaparecido hace tiempo pero Haj Ghulam sigue traumatizado por el mes que pasó en cautiverio. Es una de las muchas víctimas de secuestros, una actividad floreciente en Kabul.

Los secuestros de extranjeros salen publicados en la prensa, pero en realidad los más afectados por esta plaga en la capital y las grandes ciudades afganas es el ciudadano de a pie.

Durante los dos últimos años, las fuerzas de seguridad estuvieron desbordadas por las ofensivas de los insurgentes islamistas tras la retirada de parte de las tropas de la OTAN. Combatir la criminalidad les resulta cada vez más difícil.

La inseguridad y el desempleo alimentan un negocio nefasto tanto para los ricos como para las familias modestas, a las que capturan por un puñado de dólares.

Un día de primavera del año pasado, volvía a casa en coche con mi hijo y mi primo cuando acabamos bloqueados entre dos coches, con hombres armados en uniforme a bordo, recuerda Ghulam, que trabaja en una oficina de cambio de moneda de Kabul.

Pensé que eran policías pero pegaron a mi hijo y a mi primo y me metieron en su coche. Después de una hora de carretera me tiraron al fondo de un agujero, añade el hombre de 53 años.

Sus secuestradores lo torturaron para grabar los gritos y enviárselos a su familia, exigiendo un rescate de dos millones de dólares, una cantidad desorbitada en uno de los países más pobres del mundo.

Después de un mes, las fuerzas de seguridad lo encontraron en el foso de un jardín de las afueras de Kabul, muy demacrado y encadenado. Sus secuestradores no han sido detenidos.

Miedo a represalias 

Desde entonces Ghulam circula en coche blindado con guardaespaldas.

Al comienzo de octubre el cuerpo de un joven de 21 años, hijo de un empresario de Kabul, apareció en la acera de un barrio residencial. Fue torturado y estrangulado y en la camisa llevaba prendida una nota con el mensaje: Esto es lo que les sucede a los que no responden a nuestras demandas.

No hay datos precisos sobre el número de secuestros, sobre todo porque muchos casos no se denuncian a la policía por miedo a represalias.

Pero la prensa se ha hecho eco de este tipo de incidentes y muchas familias adineradas viven enclaustradas para evitar el calvario de amigos o familiares.

Algunas víctimas han contado a diferentes casos: un adolescente de 14 años fue asesinado por los secuestradores, a un joyero le cortaron la oreja para enviársela a sus familiares y así presionarlos, un empresario vendió todos sus bienes para pagar el rescate de su hijo, todavía rehén…

Ciudad del crimen 

Los secuestros, extorsiones y robos de coches son moneda corriente en Kabul.

En esta ciudad, empobrecida desde que se fue la mayoría de las tropas occidentales a finales de 2014, es arriesgado exhibir signos externos de riqueza.

El aumento de la criminalidad ya empujó a muchos hombres de negocios a irse de Afganistán.

Además del temor a atentados, la ciudad está llena de bandidos dispuestos a secuestrarnos o a atracaros, afirmó Haji Zeerak, portavoz del mercado cambiario Shahzada de Kabul.

Como consecuencia de esto, los negocios se desploman, cada vez más gente prefiere irse, añade. Según él, un centenar de profesionales de la compraventa de divisas fueron secuestrados el año pasado en el país.

Siamuden Pasarly, portavoz de la Cámara de Comercio, afirma a la AFP que las inversiones en Afganistán se derrumban a causa de la inseguridad y de los secuestros. Esto no ayuda al Estado afgano a recuperar su independencia económica (depende en más de un 60% de la ayuda internacional).

El portavoz da cuenta de 80 comerciantes secuestrados en 2016, de los cuales algunos asesinados. La mayor parte de los que sobrevivieron no dijeron nada, según él, por miedo a represalias.

Hombres armados robaron recientemente 1,2 millones de dólares en un coche de una oficina de cambio de Kabul, cuenta Haji Zeerak. Cuando los cambistas abordaron el tema con el presidente afgano Ashraf Ghani, la policía detuvo a la banda responsable del robo pero el dinero no apareció.

En ocasiones los grupos criminales venden sus rehenes, especialmente los extranjeros, a los insurgentes islamistas que los llevan a zonas cercanas a la frontera con Pakistán.

Secuestradores reincidentes 

La policía de Kabul afirma haber detenido a más de 3.000 personas por bandidismo el año pasado, entre ellas a 16 secuestradores reincidentes.

La criminalidad ha aumentado, pero hacemos progresos para erradicarla, asegura el jefe de la policía de Kabul, Abdul Rahman Rahimi.

En declaraciones , varias víctimas acusan a la policía de indiferencia o complicidad con los secuestradores.

Los policías nos dijeron claramente que no podían hacer nada, recuerda el hermano del joyero al que cortaron la oreja. Tuvo que vender una casa y pagar el rescate.




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