El lenguaje es mucho más que una simple combinación de palabras para construir un discurso, si bien es cierto que la pobreza en el lenguaje escrito es un logro del chavismo, para lograr no solo que hablemos mal sino que representemos mal al mundo, generando como es de esperarse una crisis de la verdad y la argumentación de una narrativa abyecta que en nada colabora con la recuperación del país, por el contrario, allana el camino para la estabilización del pseudo hablante, y peor aún de la idea potable del control total y absoluto, por ende, la parálisis de la progresividad, la negación del mecanismo praxeologico en la procura de un espacio para el bienestar desde una situación indeseable en la vida, esta catatonia del deseo humano por el rechazo a la incomodidad y la consecución de la libertad como acción humana se opone a los fines de la tiranía que busca el secuestro total y absoluto del Estado así como de toda posibilidad de construcción de un contradiscurso distinto al de la verdad única impuesta a rajatabla sobre una población inerme, enferma, miserable y que al final subsiste solo eso.

La idea de que existan espacios para la disertación, el discernimiento y la búsqueda de la verdad como paradigma libre de cada ser humano, produce diversidad y prosperidad en las prosperidades, es decir prosperidad mental y del habla, para permitir valorar la libertad y el imperio de las virtudes que en tanto más se encuentren acendradas en la psique de la sociedad y del que gobierna; estas redundaran en rutinas de gobernanza dinámica que terminen por producir el necesario bienestar material, frente a este ideal se desarrolla una contrapartida una pobreza en las pobrezas, así la pobreza de las pobrezas inicia de manera inversa al proceso de progresividad anteriormente descrito, primero se produce una incompatible pobreza material, para complementarla por la pobreza del lenguaje que comienza a desmantelar el habla y la belleza de la sintaxis, hasta hacer inviable la argumentación veritativa y usable de las causas que producen el camino a la miseria, de esta limitación lingüística se pasa a la pobreza de la gnosis, la pobreza de la racionalidad y finalmente se conforma un empobrecimiento de la condición humana, basada en un continuo proceso de deshumanización del enemigo político, pues en la rudeza de estas formas no hay opuestos, o divergencias con el criterio único, se acepta en lo absoluto todo o se conjura a la acera de la traición.

El lenguaje en conjunto comporta  pues un gran aspecto de  semiología, símbolos, posturas cinestesia, haptica y proxemia. El hecho gravísimo del viernes cometido en contra de la sede del diario EL NACIONAL constituye un artero golpe contra una agonizante libertad de expresión, pero embrida aspectos que debemos desvelar a los fines de comprender las infinitas fronteras de posibilidades de represión que ostenta esta hegemonía usurpadora.

Lo ocurrido la tarde del 14 de mayo, no fue un simple acto de embargo, se produjo la captura militar y armada de una instalación civil. Esta práctica de simbolizar el poder a través de las Fuerzas Armadas constituye una violenta haptica de uniformes, boinas y armas largas para la guerra contra viviendas, centros de trabajo y esta vez contra un medio de comunicación, donde trabajan civiles desarmados e indefensos. La semiología es poderosísima ya que son capaces de empobrecernos, expoliarnos, expropiarnos, humillarnos, siendo esta última no una excepción sino una constante en la forma en la cual se instrumentalizan  los componentes armados, todos dirigidos a producir una política pública de desprecio, apartheid y defenestración de los más elementales amagos de la dignidad humana.

La toma de una instalación en donde simbólicamente aún se encuentra la rotativa octogenaria del Nacional, es un símbolo de lo que son capaces de hacer, es la patente y explicita evidencia de su expansión violenta como locus de comunicación, de un estandarte de la libertad de expresión y la civilidad, la relación del diario el Nacional con el país se encuentra fresada en cada acierto o desacierto, en cada crónica, noticia o caricatura irredenta y rebelde que retase al poder; que este edificio tenga el valor monetario para resarcir el daño moral a un sujeto que literalmente con un mazo en mano, usa el espacio radioeléctrico para insultar, calumniar, difamar y regodearse de la procacidad de su lenguaje, no es un tema en discusión, obviamente esta infraestructura no cuesta 13,5 millones de dólares, valor para resarcir el daño moral a quien diariamente difama a todo aquel que se le oponga, resaltando el hecho de que esta penalidad ha debido sido fijada en bolívares, pero los juristas del horror saben y muy bien que el bolívar no es una institución social valida, es una moneda arrasada por la coalición a quienes ellos defienden desde el tribunal supremo de justicia mutado en bufete oficial de Maduro y su equipo.

Resarcir el daño moral al capitán Diosdado Cabello, va más allá de la simple resulta de la acción judicial en contra del Nacional, lo que perseguían y persiguen aún es demoler todo vínculo con la verdad, hacer naufragar el poco lenguaje escrito que aún persiste a estos matojos de la revolución, acabar con la argumentación seria, desarticular a la sociedad y hacerla infinitamente pobre, dejándole claro que la pobreza es propia, oportuna, cercana y por demás merecida. En este justo momento me asalta la necesaria pregunta: ¿Cuál es el valor de la moral de un país entero? Igualmente formularia la inquietud ¿Cómo se determina en dólares, yuanes, yenes, libras o euros la cantidad de insultos, procacidades, vejaciones y atropellos a los cuales somos sometidos por el Capitán Cabello, desde una televisora propiedad del Estado venezolano?, estas inquietudes deberían rebotar en la mente de los juristas del chavismo, alguna lección de  John Rawls habrá logrado sobrevivir al mercadeo de sus capacidades profesionales, para establecer un dique, un escollo en la gnosis, que les haga entender que lo que legislan es maldad pura, lamentablemente me temo que no tienen escala moral y por ende prefieren servir y traicionar, antes que asumir que la justicia es una virtud y además es estable.

Así se apagan los focos en la oscura Venezuela, así las casas van quedado muertas, como nos lo contara Miguel Otero el escritor, el ingeniero, el humorista, el periodista y el prosista, la burocracia es violenta como torva y torpe era el funcionamiento de la Oficina número uno, el sentimiento que me embarga es inasible e incorpóreo, es una pena que no ubico, pues el daño es inmaterial y simbólico, la sensación de daño, de expolio no es singular o propia de la Familia Otero, es un sentimiento que se expande a los lectores entre quienes me cuento, a los columnistas quienes semanalmente buscábamos con avidez y emoción un hecho que hiciera hilar fino, cual Penélope en la mortaja de este país que ya parece perder el pulso.

El Nacional continuara en los intersticios de las murallas impuestas por la mentira oficial y como diría el poeta Cadenas, de esas hendiduras sacaremos la argamasa para curar el rostro de este país. El Nacional es mucho más que una rotativa y un edificio, es mucho más que el pago pecuniario ante un daño moral, que no se le puede hacer a quien sencillamente carece de moral, en síntesis, no hay daño, solo se informó y eso no es delito, delitos son otros y muy graves, los cuales tarde o temprano se pagarán, la semiología del miedo subsiste, se planta firme con cara pintada y torva lingüística, se arma con un fusil de guerra, conquista espacios físicos, más no mentales y menos éticos, nos mantendremos a pesar de toda esta efervescencia rebosada de militarismo, las columnas del Nacional seguirán erguidas cual “Partenón griego”, en ellas seguiremos siendo duelos del relato y haciendo dueños del relato a los lectores.

En estos mustios tiempos de Bruto y Casio, los tiempos de Judas con vaho a tiranía, la propiedad del relato contra el horror es lo único que nos es absolutamente propio, es la más valiosa posesión indemne a tanques, fusiles, uniformes y justicia haragana, es la demostración para nuestras generaciones futuras del rol que jugamos durante la casi extinción de la patria, pero siempre estaré en ese relato en el lado apropiado de la historia, haciéndole frente al atropello de la dignidad y desde luego ayudando a nuestros hermanos a salir de la caverna, para que vean la luz de la libertad, la decencia y la civilidad, el tiempo es implacable y tarde o temprano juzgara los hechos de cada quien, las conductas individuales nos definirán como valientes ciudadanos o colaboradores despreciables de este proceso de desarticulación del país, por siempre el Nacional ofreció y ofrecerá el espacio oportuno y necesario, para la construcción de civilidad y de un discurso para la verdad y la ciudadanía.

Usar un fusil, en contra de los teclados irredentos de quienes no aceptamos la verdad única y total describe el talante hostil, primitivo y gansteril de quienes hoy ocupan el poder, por siempre estaré del lado de los medios de comunicación, de la libertad de la expresión y del derecho a decirle a los demás lo que no quiere escuchar. Esa simple realidad nos hace dueño del relato y se convierte en un bálsamo para este dolor que no puedo tocar, que no soy capaz de describir y que es inasible e incorpóreo, pues lo que conquistaron militarmente el 14 de mayo es un símbolo de la venezolanidad, son ochenta años de coexistencia con cada hogar de este país, pero insisto sobre esta tropelía y aun a despecho de la estética de la represión, no lograrán callar las plumas de los colaboradores, las noticias de los periodistas y las caricaturas que gráficamente denuncian esta andanada de atropellos.

Como corolario final, nos han quitado todo, nos han mostrado los ademanes y gestos del miedo, la estética de la represión la advertimos, la sentimos y la padecemos a diario, nuestras vidas pasan a diario por el amargo cálculo del destierro, del expolio de las oportunidades, pero aunque ya no regresaremos a la Ítaca de Kavafis, debemos seguir escribiendo, enseñando y viviendo para, por y con la verdad y la virtud.

Seguir escribiendo a pesar del miedo en el Nacional y en el Carabobeño y hacerlo sin morigerar la verdad, es un acto de docencia colectiva, un ejercicio de rebeldía frente al mensaje único, es la posibilidad de tener relato con una lengua para la libertad y no para la calumnia, para la decencia y no para el engaño, en fin en estos tiempos estas pretensiones son la decisión que nos convierte en ciudadanos libres y no en un amasijo de acotaciones biológicas prestas a venderse al mejor postor.

La situación del deterioro que he descrito muy sucinta tiene graves consecuencias para el venezolano. El desconocimiento de su lengua lo limita como ser humano en todo sentido. Lo traba; le impide pensar, sin lenguaje esta función se torna imposible… Lo priva de la herencia cultural de la humanidad”

Rafael Cadenas.  




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