hospital Catrabobo
Hospital Universitario Dr. Ángel Larralde, también conocido como Hospital Carabobo. (Foto archivo).

A todos los integrantes de la familia López Quintero les dio COVID-19. La mayoría pudo sortear los malestares de la enfermedad en casa bajo tratamiento médico. Menos Antonio. Él no mejoraba y cada día le costaba más respirar, por lo que fue internado en el Hospital Universitario dr. Ángel Larralde (HUAL) de Naguanagua, donde tuvo que pagar para ser atendido.

Fue hace ya algunos meses cuando su esposa decidió llevarlo a la emergencia. Ellos son comerciantes y no cuentan con un seguro para ir a un centro privado, así que la opción pública más cercana que tenían era el HUAL, conocido como el Hospital Carabobo.

Fue ingresado una tarde. Ni con el oxígeno que le administraban en casa la saturación le subía de 88. Todos se preocuparon en casa. Incluso, sus hermanos, quienes también estaban contagiados, no entendían por qué todos estaban respondiendo bien al tratamiento menos él.

Los primeros tres días no le permitían visitas. Una o dos veces salía algún enfermero con una lista de medicinas e insumos que debían comprar sus familiares, pero de su estado de salud solo decían que estaba estable. La incertidumbre crecía.

El momento de pagar en el hospital

Todo lo que les pedían lo llevaban. Entre la esposa y los hermanos de Antonio de turnaban para estar pendientes de todo lo que se necesitara en el hospital.

Al cuarto día, luego de insistir varias veces, a la hermana le permitieron entrar a verlo. “Estaba mucho peor que cuando lo ingresamos, casi no podía respirar, se asfixiaba y no le ponían ni oxígeno”.

Ella hizo lo obvio. Molesta y preocupada pidió que lo atendieran. “Pensé que se iba a morir de lo mal que lo vi”.

La respuesta de quienes estaban en el lugar era que debían esperar que evolucionara, pero Antonio, quien casi no podía hablar, lo hizo para decir que prácticamente no lo estaban atendiendo.

Su hermana, llena de impotencia, le dejó un celular para que se comunicara con ella ante cualquier eventualidad. Y esa misma noche, un mensaje lo cambió todo. “Una enfermera me dijo que si le pagamos ella se encarga de atenderme”.

Y así fue. 30 dólares diarios bastaron para que Antonio dejara de ser una persona más ocupando una camilla en el hospital mientras su salud se deterioraba, y en menos de una semana fue dado de alta con tratamiento en casa, donde terminó de recuperarse por completo.

“Nosotros con esa experiencia confirmamos que la salud no es gratuita, al menos en ese hospital, porque además de tener que comprar todo, hasta batas para los médicos y enfermeras, hay que pagar para que lo atiendan”, dijo su hermana.

Todo por sobrevivir

La familia de Antonio pudo correr con todos los gastos. Pero no es el caso de la mayoría que acude a los hospitales de Carabobo, donde se evidencia una crisis que involucra a todos en esas instituciones.

Ya desde el Colegio de Enfermería lo han advertido. Su presidente, Julio García, ha reiterado en varias oportunidades que la gratuidad de la salud no existe. “Los pacientes deben comprar materiales e insumos de todo tipo, la escasez atenta contra la seguridad y vida del paciente, su abandono se acrecienta”, dijo en un video que difundió el 30 de agosto.

A esto se suman los precarios salarios que recibe el personal de la salud. Un enfermero no cobra más de seis dólares cada quincena, por lo que muchos optan por ofrecer sus servicios dentro de los mismos hospitales a cambio de una tarifa que varía de acuerdo al estado del paciente.

José (*) tiene más de 15 años al servicio de la terapia intensiva de adultos en la Ciudad Hospitalaria dr. Enrique Tejera (CHET) de Valencia. También tiene un cargo en el Hospital dr. Miguel Malpica de Guacara, y aunque hace guardias en ambos el sueldo no le alcanza para mantener a su familia.

Su esposa también es enfermera y está en las mismas condiciones. La única solución que han encontrado es prestar sus servicios para quienes requieren atención constante en los hospitales y no la reciben por, entre motivos, el déficit de personal.

“A veces tengo a dos o tres pacientes en el área COVID-19 de la CHET que cuido en las noches. Así es como me rebusco y esos días no meto horas extras porque es mejor cobrar por mi lado”.

García ha señalado que este hospital contaba con mil 500 enfermeros, pero ahora quedan 650. Mientras que en el HUAL la nómina estaba conformada por 750 profesionales de los que actualmente hay 320.

Todo indica que el sistema está hecho para que funcione así en los hospitales. Sin que la gratuidad sea posible porque atendido tiene su precio. La historia de Antonio lo confirma, así como la de José, y se replica en la de muchos pacientes y enfermeros de Carabobo.

(*) Nombre ficticio.




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