Armando Lebrún nunca imaginó que luego de ejercer la docencia por 38 años tendría que mendigar comida y dinero para comprar los medicamentos necesarios para dializarse, pero desde hace tres meses esa es su realidad.

Lebrún, de 64 años de edad, todos los días se levanta muy temprano y sale de su vivienda en Güigüe a montarse en unidades de transporte público con dos objetivos: conseguir un poco de comida para su familia y reunir dinero para comprar el Neoparín, uno de los medicamentos que requiere para someterse a la terapia sustitutiva renal.

«Antes yo iba a Caracas y me lo daban, pero ese reactivo no lo hay en ningún centro de diálisis porque aquí casi nunca llegan los medicamentos», señaló desde una parada de autobuses en la avenida Universidad de Naguanagua.

Lebrún, quien además es paciente cardíaco, aseguró que este martes completó más de un mes sin dializarse por la imposibilidad de comprar el medicamento que tendría un precio de 10 dólares. Su temor es recurrente: «Si no me dializo se me explota el riñón y muero dejando a mi madre, hermana y nieta de cuatro años».

Con la llegada de la pandemia por COVID-19, los días de Lebrún transcurren entre angustia y hambre. Contó que hace tres meses supuestamente le suspendieron el sueldo en los dos institutos en los que trabajaba como profesor de química y desde entonces, sobrevive gracias a lo que le regala la gente en la calle. «Yo jamás me imaginé esto, yo no estudié para mendigar», expresó al tiempo que su voz se quebraba.

A las 10:30 de la mañana de este martes, no tenía nada de comida en su estómago. Acostarse sin cenar y no desayunar al día siguiente se convirtió en algo habitual para él. Mencionó que la comida que consigue la reparte entre su madre de 94 años de edad, su hermana con síndrome de down y una nieta de cuatro años. «Estamos pasando hambre y necesidad en mi casa».

Indicó que desea conseguir un empleo en cualquier área, pero le resulta difícil en la condición en la que está. Cada día sus rodillas se hinchan más, tiene dolores en el cuerpo y cumplir con una jornada de trabajo completa le es complicado.  «Necesito el Neoparín que es anticoagulante para dializarme y buscar un puesto de vigilante, colector o vendedor de algo para trabajar».

El pasado 10 de julio, Mario de Sousa, vocero de las personas en salud especial renal, alertó que en Carabobo alrededor de 800 pacientes resultan afectados por la falta de medicinas y las precarias condiciones en las que se encuentran los centros de diálisis en la entidad.




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